Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Di Stéfano y José Martínez Pirri

Leo la lista de los 50 mejores jugadores de la historia del Real Madrid publicada por el 'Daily Mail'. La lista elaborada por el diario británico sitúa  en la cabeza a Alfredo Di Stéfano, acompañado por Cristiano Ronaldo y Gento. Luego aparece José Martínez Pirri entre los diez primeros. Pirri ha sido, y no me cansaré de decirlo, uno de los más grandes jugadores de nuestro fútbol y merece comentario aparte. En cuanto a Di Stéfano me obliga nuevamente a mirar hacia atrás sin miedo a quedarme como la mujer de Lot.

A Di Stéfano lo vi yo cuando apenas me habían vestido con pantalones largos y gracias a que había sacado muy buenas notas en el colegio dirigido por los jesuitas de mi pueblo. El viaje desde El Puerto de Santa María a Sevilla lo hice de paquete en una Lanch: motocicleta que se había ganado fama de aguantar lo que le echaran. Mi padre y yo íbamos con el pecho forrado de páginas del Diario de Cádiz y la niebla nos llegaba hasta los... talones.

Nos presentamos en el viejo campo de Nervión con la comida en la boca que nos habían servido en El ocho: restaurante sevillano, muy económico. En el cual comenzamos a vivir el ambiente generado por Alfredo Di Stéfano desde que en la temporada 53-54 comenzó a jugar en el Real Madrid. Los primeros años de está década seguían siendo muy duros, pero el juego de la estrella argentina había obrado el milagro de que los aficionados al fútbol imitaran a los del toro: que vendían el colchon para asistir a la plaza.

Yo salí de Nervión tratando de pegarle patadas a todos los objetos que se me ponían por delante y con las ideas muy claras: nunca más volvería a caer en la tentación de fumar cigarrillos de matalaúva con los compañeros de clase. Era lo menos que podía exigirme si quería correr igual que lo había hecho el nueve del Madrid. Un nueve que dejaba sin recursos al encargado de marcarle y que rompía en mil pedazos el orden que hubiesen previsto los rivales.

Aparecia Di Stéfano por todas las zonas del campo y en todas trabajaba acorde con las necesidades de cada una. La gente decía que tenía ojos en la nuca, porque su situación le permitía saber siempre dónde estaban sus compañeros y de qué manera explotar las debilidades de los rivales. Durante años estuve presumiendo de haber visto a tan grande jugador en Nervión y sufriendo porque a partir de entonces hube de conformarme con verlo cuando aparecía en el No-Do. Aunque a partir de 1959, por residir yo en Madrid, pude verlo tanto en televisión como en el Santiago Bernabéu.

AD amargó la existencia a los centrales y su presencia obligó a que los entrenadores tomaran medidas para evitar que don Alfredo deambulara por el césped como Pedro por su casa. Iturraspe, entrenador del Valencia, fue el primer técnico que se dio cuenta de cómo había que frenar a tan extraordinaria máquina. Y sacó a Magriñán, futbolista correoso y bajito, con la misión de perseguir al nueve por todo el terreno de juego. Magriñán se consagró ese día.

También  Di Stéfano, por irse de farra después de los partidos, hizo posible que Pepe Villalonga, entrenador, tuviera que devanarse los sesos para ver cómo la Saeta Rubia podía eliminar las toxinas acumuladas en esas noches locas. Y se sacó de la manga el entrenamiento de los lunes. Acertando plenamente con su decisión.

De la España de Di Stéfano se ha escrito mucho. Por ejemplo: Paco Umbral  resaltó en su momento cómo los hombres se olvidaron de las mujeres, de otros deportes y de los amigos, porque ya no había amigos sino fanáticos a favor o en contra de un extranjero que corría mucho. Lo escrito por Umbral puede seguir pareciendo una exageración, pero no es menos cierto que el futbolista argentino cambió la vida de muchos hogares españoles y, sobre todo, madrileños. La gente, además, se hacía cruces porque alguien dijera que había pagado veinte duros por una entrada para ver al mejor jugador del mundo.

Y es que Di Stéfano, con todos mis respetos para quienes no lo crean así, ha sido el mejor jugador de todos los tiempos. El problema es que la televisión fue vista cuando don Alfredo estaba ya acabando su carrera. Lo cual le ha hecho estar en desventaja con Pelé, Maradona, Cruyff, etc. Uno, que los ha visto a todos, sigue convencido de que ni Messi le hubiera podido superar entonces.




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