Quien escribe está obligado a transitar la calle. Por ser el mejor centro de observación. Sobre todo cuando se visitan los establecimientos donde se halla el personal dispuesto a entablar conversación. Con una copa por delante pocas personas tienden al mutismo y a la gravedad. A mí nunca se me ha olvidado lo que decía un rico bodeguero de El Puerto de Santa María:
-Se bebe para charlar y se charla para beber; cadena difícil de romper.
Alternar hoy en día se ha puesto por las nubes. Pagar las copichuelas de una reunión compuesta por tres personas, que es algo habitual, es un gasto que no se puede mantener diariamente. Y qué decir cuando se forma parte de un corrillo. A mí me gustan muchos los corrillos. Porque en ellos el juego de los participantes es obvio: se trata de estar simpáticos y amenos, comedidos, en el límite de la espontaneidad. Y, desde luego, conviene alargar el oído.
Antes, cuando se daba una copa de vino español cada dos por tres y yo era invitado, a mí me agradaba sobremanera ir de una reunión a otra. Pero entre que esos ágapes -después de celebrarse cualquier acontecimiento- han ido a menos y que a mí tampoco se me invita ya, me tengo que conformar con los corrillos que se forman en los bares. Por chamba. Por suerte, precisamente, estuve yo, días atrás, en uno de ellos. Y, además de pasármelo bien, quedé enterado de lo siguiente.
Cuando se habló de política, cosa nada rara, hubo unanimidad en referirse a ella como politiquería. Y la conclusión a la que llegaron los contertulios se puede resumir así: "La pequeña política, la politiquería, prevalece sobre la ética, sobre el valor en sentido cultural; valor, también, en el sentido estrictamente moral". En suma: pusieron a los políticos de vuelta y media.
Luego, como quien no quiere la cosa, salió a relucir el nombre de Juan Vivas. Y, claro, yo opté por dejar opinar a los cuatro o cinco componentes del corrillo. Y debo decir que todos acabaron por manifestarse casi de la misma manera: "Lleva mucho tiempo gobernando. Y, lógicamente, sus errores van aumentando a la par que él va perdiendo parte de ese encanto con el cual irrumpió en la política. Es ley de vida...".
Trataba yo de hacerme el lipendi. Es decir, el distraído. Para que no recabaran mi opinión -porque yo creo haber hablado ya mucho de nuestro alcalde-, cuando me dijeron los componentes del corrillo que nones. Que allí todo se llevaba a escote. Y me vi obligado a cerrar el debate. Y lo hice de carrerilla.
-Yo no creo que haya nadie en la oposición capaz de cubrir con garantías el hueco que dejaría Juan Vivas si acaso decidiera no ser el candidato en las próximas elecciones.
Y se hizo hizo un silencio sonoro. Por una respuesta inesperada.
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