Los tres asuntos más graves de la situación actual son estos tres procesos: el del paro, el de la corrupción, y la desconfianza y la repulsa que siguen generando los políticos entre los ciudadanos. Menos mal que en estos momentos, toquemos madera, la inseguridad nacional no es la de otrora, cuando el terrorismo vasco de ETA sembraba el miedo por doquier.
Cada vez que oigo a la ministra del ramo, es decir, a la de Empleo y también ahora de Sanidad en funciones, Fátima Báñez, felicitarse por cómo el desempleo se va reduciendo con cierta celeridad, me gustaría preguntarle por el porvenir que les espera a las innumerables personas que a partir de cuarenta años en adelante están viviendo una exclusión social que les va minando la salud y corroyendo la estima.
Muchas han sido las veces que yo me he referido al pánico de los parados. Con conocimiento de causa. Por haber vivido, en su día, situación tan sumamente dañina para quienes la padecen. En fin, no quiero redoblar el tambor en un asunto que sigue causando dramas familiares a porrillo.
En cuanto a la corrupción, este parecer sigue vigente: "Los ladrones forman parte del sistema; porque ayudan a que éste pueda hacernos creer que estamos defendidos. Los ladrones, por tanto, no están mal vistos. Sí lo están, y por ello son perseguidos con saña, quienes se oponen a la política reinante". Para no ser perseguido hay que seguir este consejo que daba, hace nada, un escritor con voz dolorida:
-Quien no quiera complicarse la vida, que no escriba.
No olvidemos que los políticos vapuleados son como boxeadores golpeados: el doble de peligrosos. Ahora mismo no recuerdo al autor de la cita ni tampoco tengo ganas de levantarme para averiguarlo. Pero la siguiente frase sí que le viene como anillo al dedo al momento actual: Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos (Jorge Luis Borges).
Sin embargo, no tener gobierno -bueno, en funciones sí- está evidenciando que entre los políticos prima por encima de todo la defensa de sus intereses partidistas. Y si a ello le sumamos que no se pueden ver ni en pintura, debido al odio africano que se tienen, resulta fácil comprender que les importe un bledo y parte del otro el bienestar de los ciudadanos.
Pero todo tiene un límite. Y bien harían los políticos en dejar de comportarse como auténticos querelantes. No vaya a ser que la clase media empobrecida, hasta límites insospechados, se revuelva como ya lo hiciera la clase obrera cuando la guerra fría. ¡Oído al parche!
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