El mundo del deporte se ha ido beneficiando de todas las mejoras técnicas que se han ido produciendo. Y el fútbol, como deporte rey que es, disfruta de los medios más adelantados para contribuir al mejor rendimiento de los jugadores. Aun así, la pretemporada es una época en la cual los ejercicios aeróbicos y de resistencia permanecen como imprescindibles. La carrea continua y los juegos recreativos siguen prevaleciendo durante cuatro semanas. Eso sí, alternados con partidos entre los mejores equipos del mundo y que nada tienen de amistosos.
En el calendario de la pretemporada siempre existe un partido al que, a pesar de la lucidez que pueda quitar la carga de trabajo, conviene darle suma importancia. Es el caso que nos ocupa. El Barcelona se enfrentaba al Liverpool, nada más y nada menos que en Londres y en el estadio de Wembley. Todo un acontecimiento. Y el equipo azulgrana se presentó a la cita en condiciones deplorables.
Sí, ya sé que el equipo dirigido por Klopp aventajaba al de Luis Enrique en dos o tres sesiones de entrenamiento. Lo cual no debe servir de excusa para justificar el espantoso ridículo hecho por el Barça en el campo más emblemático de la UEFA. Hasta el punto de que los jugadores del equipo inglés parecían todos gigantes capaces de aunar velocidad y buen juego sin solución de continuidad.
Mane, Countiho, Firmino, Lallana y compañía descubrieron achaques en el Barcelona y que están llamados a convertirse en enfermedad -crónica- si Luis Enrique no es capaz de diagnosticar la causa por la cual se producen tales alifafes. El primer afectado en querer jugar con esmoquin es Busquets. Ya lo puso de manifiesto actuando con la selección en la última competición europea.
Busquets decidió, hace ya su tiempo, en vista de las adulaciones recibidas por cumplir muy bien con su cometido en el centro del centro del campo, que lo que más le conviene es jugar andando y, a ser posible, practicando la ley del mínimo esfuerzo. Y, claro, como se lo han permitido, faltaría más, el muchacho se ha instalado en la comodidad. Actuando cada día con más sigilo.
Se nota a la legua que la forma de proceder del tan elogiado Busquets no es compartida por Javier Mascherano. Reconvertido en central, después de haber dado lecciones magistrales, precisamente en el Liverpool, como escudo de la defensa, al argentino, cada vez que los contrarios le llegan en oleada y se ve solo ante el peligro, se le puede leer en los labios algunas interjecciones malsonantes.
A partir de ese desinterés defensivo del laureado y distinguido Busquets, los zagueros están siempre a merced de sus adversarios. Porque tampoco Arda Turan, Rakitic o Iniesta, seamos sinceros, son muy dados a sacrificarse cuando la ocasión lo requiere.
Así que a partir de ahora, y aunque Messi y Suárez, tándem extraordinario, sigan ganando partidos, no habrá día en el cual Mathieu, Aleix Vidal, Alba, Sergi Roberto, Camara o los nuevos fichajes se vean criticados acerbamente. De momento, quien está hasta los... compañones de soportar la indolencia de Busquets es, como ya he dicho, Mascherano. Piqué, como buen catalán, no se atrevería jamás a decirle a su compañero cuatro cosas bien dichas.
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