Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 25 de julio de 2016

Recuerdos

Nos conocemos desde hace muchos años. Tantos como que fue en 1979 cuando nos presentaron y nos pusimos a pegar la hebra. Sucedió en El Puerto Bahía: hotel de El Puerto de Santa María, situado en la Avenida de Valdelagrana. Hoy, nada más coincidir en un establecimiento, nos dimos un abrazo. Debido a que llevábamos varios meses sin vernos. Y, lógicamente, hallarnos nos dio mucha alegría.

Él es ceutí -de pura cepa-, aunque nunca le he visto hacer alardes empalagosos del hecho de haber nacido en esta tierra. Tal vez porque su buena educación le impide excederse tanto en el halago como en la crítica negativa. Lo cual no quiere decir que sea incapaz de regalarme el oído como quien no quiere la cosa.

-Te leo todos los días -me dijo.

-¿Y qué? -le respondí.

-¿Tienes tiempo para tomar un cafe?

-Por supuesto que sí.

-Mira, Manolo, cuando nos presentaron yo sabía de ti por los periódicos; en los que raro era el día en que no salieras para ser lisonjeado o tratado como si fueras un rebelde sin causa. A mí, sin embargo, me causaste muy buena impresión. Y así lo cundí entre mis amigos de allí, de tu pueblo, que los sigo conservando -los que viven, claro-, y los de aquí. A quienes, la verdad sea dicha, suelo ya frecuentar muy poco. Porque los nietos me tienen comida la sesera como para pasarme la mayor parte del tiempo junto a ellos en la Bahía gaditana.

-¿Y bien?...

-Te cuento: un día accedí yo al Restaurante Romerijo, domiciliado en la Ribera del Marisco del Puerto, y había una reunión en la cual se encontraba Guillermo Valero. Persona excelente y muy querida en Ceuta. A la que él  venía cada poco tiempo para vender los excelentes vinos de las Bodegas Terry, que tan bien representaba. Y, en cuanto me vio, me invitó a unirme a una tertulia muy animada y en la cual participaban, entre otros contertulios, Pepe Romero -dueño del establecimiento-, Manolo Gutiérrez y Alfonso Terry.

En un momento determinado, alguien sacó a relucir tu nombre y se emitieron varios pareceres sobre ti. No en vano eras en esa época el entrenador del Portuense; un equipo modesto y al que situaste entre los primeros de los clubes más considerados del grupo. Y, tras dimes y diretes, se impuso la voz de un tipo al que llamaban Bigote. El cual te describió de modo y manera que nunca he olvidado.

Manolo -dijo Bigote-, a ver si se enteran ustedes, de una vez por todas, es un tipo capaz de atreverse a decir una estupidez solemne y al momento salir del atolladero con una sentencia magistral sobre lo que en ese momento proceda. Y Bigote, sobrenombre que pertenecía a Pepe Jiménez, acabó así su intervención: De la Torre es un portuense nato, en quien suele influir el viento de levante.

Naturalmente, antes de despedirme de mi amigo ceutí, desde hace ya 37 años -ahí es nada-, lo primero que hice fue agracederle que me contara una anécdota de la que nada sabía. Aunque Pepe Jiménez Bigote -mi amigo del alma-, que era un  maestro consumado de la etopeya (figura literaria consistente en hacer una descripción del carácter, las acciones y las costumbres de las personas), debió completar la mía en ese momento.






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