Fui amigo de un entrenador que ejercía de jefe. Con las dificultades que siempre entraña mandar. Era un hombre exigente con sus jugadores como capaz de estar siempre presto a ayudarles en la medida de sus posibilidades y aún más. Pero aquel entrenador no transigía lo más mínimo con los cizañadores. Mala hierba que había que segar inmediatamente, antes de que la plantilla se contaminara de un ambiente enrarecido, decía él.
Tras la introducción, creo conveniente contarles la siguiente anécdota: viajaba un equipo en autocar desde un pueblo de Andulucía a Lérida. Y uno de los jugadores, con tanta calidad como muy dado a sembrar la semilla de la discordia entre sus compañeros, había sido avisado ya por mi amigo de que tenía que dejar de intrigar. Pero el futbolista seguía erre que erre. Así que no desperciaba ocasión de promover la disensión entre sus compañeros.
Aquel jugador no perdía el tiempo como enredador ni siquiera cuando viajaba. De pronto, el entrenador, que iba sentado en el asiento cercano al del chófer, le sugirió a éste que aparcara en sitio apropiado. Y tras hacerlo, el técnico hizo un aparte con el jugador y le dijo lo siguiente: Se va a quedar aquí, el aquí estaba muy lejos de Lérida, lejísimo; y haga el viaje por su cuenta. Eso sí, procure estar en el campo dos horas antes de empezar el partido. El futbolista cumplió lo que le fue sugerido y además jugó extraordinariamente. Desde ese momento, jugador y entrenador se entendieron de maravilla.
Vicente del Bosque jamás se hubiera atrevido a tomar esa decisión. Y es que el carácter es la virtud de los tiempos difíciles (Charles de Gaulle). En los tiempos díficiles, sobre todo cuando Pedro alzó su voz disonante en la selección, el seleccionador debió cortar por lo sano el mal ambiente existente entre sus jugadores. ¿Cómo?... Poniendo a Iker Casillas en su sitio. No sé si lo cogen... Algunas personas son amables porque no se atreven a ser de otra forma cuando los hechos lo requieren. Al final, por querer quedar bien con todo el mundo y mantener su etiqueta de hombre bueno, el marqués ha salido malparado. Bendito sea Dios.
Iker Casillas lleva ya muchos años convencido de que es un mito. Pero sigue dando muestras visibles de no haberse preguntado nunca cómo es posible que con tan escasas cualidades le haya sido posible convertirse en leyenda. Porque, de haberlo hecho, seguramente le habría servido para ser mejor persona. ¿O es que no se acuerda de cuando, hasta hace nada, decía en voz alta que él estaba dispuesto a ir a la selección aunque fuera de utillero?
Bien sabía Casillas, cuando se pronunciaba con tan falsa humildad, que es el peor de los pecados, que Del Bosque, Grande y los demás componentes del cuerpo técnico habían decidido ya que David De Gea fuera el titular. Anunciada titularidad que le hizo pagar al portero del Manchester United un peaje tan grande como absurdo y grotesco. Y al que no se doblegó el seleccionador. Menos mal. Puesto que es la más acertada, quizá la única, decisión que ha tomado en esta Eurocopa de 2016.
José Mourinho, con sus defectos y virtudes, nadie es perfecto, se percató muy pronto de que Casillas era lo que era... Un portero sobrevalorado, de pocas luces como persona, pero con una habilidad fuera de lo común para encandilar a periodistas y políticos y a todas las madres con hijas en edad de merecer, y, cómo no, a Eduardo Mendicutti. El escritor sanluqueño decía lo siguiente del portero: "Iker es una ángel frío y fulgurante que sólo pierde el aplomo cuando le echan piropos, uno de los chiquillos guapos y apacibles que se ponen ariscos cuando lo acaricia la tía Pepita. ¡Quien fuera la tía Pepita!
Con esta declaración de amor, en una España democrática, a ver qué entrenador se atrevía a llevarle la contraria al mito.
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