Desde que empezó la Eurocopa (2016) he venido diciendo que Portugal, compuesta por jugadores de medio pelo, tiene la suerte de contar con Cristiano Ronaldo. Cuya presencia en el césped inquieta a sus rivales. Preocupación que ha ido convirtiéndose en amilanamiento entre sus marcadores. Canguelo que dirían los sureños.
Y hasta me referí a la fortuna que había tenido España quedando segunda de su grupo. Puesto que a los jugadores españoles no les hacía mucho tilín enfrentarse a un CR crecido y deseando demostrar que Piqué y Ramos eran pan comido para él. Opinión que muchos calificaron como una de mis peores ocurrencias.
Tampoco los profesionales de la cosa, pagados a precio de oro, por decir obviedades en los medios, fueron capaces de ver de qué manera los jugadores que se enfrentaban a Portugal lo hacían convencidos de que anulando a CR se aseguraban la victoria. Y, claro, una vez más, Nani disfrutó de una libertad de movimientos que redundó en beneficio de su equipo.
En ocasiones, conviene decirlo, la estrella del Madrid necesitó aparecer -recordemos el partido frente a los húngaros-. Y lo hizo a lo grande. Diciendo aquí estoy yo y mis circunstancias. Las mismas que han hecho de él uno de los jugadores más extraordinarios de la historia del fútbol.
Frente a los galeses, y teniendo enfrente a Gareth Bale, otro jugador grande entre los grandes, Ronaldo Cristiano sólo necesitó varios minutos para llevar a Portugal a la final de una Eurocopa que se recordará, entre otras destacadas acciones, por su gol de cabeza. Anticipándose a dos marcadores que habían dado muestras evidentes de ser especialistas en el juego por alto: Chester y Williams.
Momentos antes de tan espectacular remate, testarazo para el recuerdo, un locutor de Telecinco, quizá hablando por boca de ganso, opinó así, cuando Rui Patricio, guardameta de la selección portuguesa, sacaba de puerta buscando la cabeza de CR: "De esa manera no creo que los portugueses tengan nada que hacer en este partido". Así que se ha ganado el derecho de recibir respuesta tan socorrida: Que Santa Lucía le conserve la vista". Ya que Cristiano no es Morata, para desgracia de nuestro fútbol.
De momento, debo decir, y me alegro de ello, que Gary Lineker, exjugador del Barcelona, ha recuperado la vista; porque en apenas veinticuatro horas ha pasado de ver a Cristiano Ronaldo como un sujeto digno de risa a alabarlo con desbordado entusiasmo. Ni tanto ni tan calvo. Que la moderación ha de imperar en todos los sentidos.
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