Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 25 de junio de 2016

Miren a las baldosas y no a los empleados de TRACE

La gente se ha caído en la calle desde que el mundo es mundo. Entre los recuerdos de mi niñez perdura cómo el borracho que iba dando barquinazos llevaba detrás una comitiva deseando que diera un traspiés para regocijarse de su derrumbe. Ni que decir tiene que el alborozo que producía el accidente era más celebrado si se trataba de un vecino grande y poderoso o de una señora que, tras el leñazo, enseñaba sus enaguas mientras golpeaba sus carnes y sembraba el suelo con las cien dispersas tripas del bolso. ¡Ah! Quede claro que también perdían la verticalidad las personas sobrias.

Luego, pues la costumbre era la costumbre, llegaban las inevitables ayudas a la fuerza, pudieran o no pudieran levantarse quienes se habían dado un momumental costalazo. Y aparecían los gestos no menos forzados de preocupada conmiseración de los que acudían al lugar del hecho. Todo era, pues, una farsa a la que no se apuntaban las personas convencidas de que no podían hacer nada por los lisiados. En rigor, las caídas terminaban siendo motivo de cachondeo para unos ciudadanos que, ante la escasez de casi todo, aprovechaban cualquier motivo para darle rienda suelta a la risa y a la correspondiente mofa.

La gente se sigue cayendo por las calles; en Ceuta, por ejemplo, los jardazos de los viandantes forman parte de la normalidad. Vamos, que gozan ya de esa cualidad. Aunque mentiría si no dijera que alrededor de los caídos se suele formar un corrillo de ciudadanos con buenas intenciones y sin que el batacazo propicie, afortunadamente, conato alguno de algazara. Faltaría más; llevando como llevamos tres décadas formando parte de la Unión Europea.

Yo he dado dos veces con mis huesos en el suelo. Y a partir de ahí también le tocó el turno a mi mujer. Y, aunque anduvimos renqueantes varias semanas, la cosa no pasó a mayores. En cambio, un cuñado mío tuvo menos suerte; fue perder el equilibrio por culpa de las baldosas deslizantes y fracturarse la rótula. Y ni les cuento lo que le tocó sufrir.

Nosotros, sin embargo, supimos desde el primer momento que la culpa de nuestros testarazos no la tenían los empleados de TRACE. Los cuales cumplen sus labores de la mejor manera posible y en horarios adecuados. Muchas mañanas, cuando están regando y a mí me toca pasar por el sitio, los operarios tardan nada y menos en cortar el fluido e incluso no dudan en retirar la manguera para evitar problemas. En cuanto a las quejas acerca de los horarios en que suelen actuar, me atrevo a decir que sería imposible poner de acuerdo a los ciudadanos.

Por consiguiente, se me viene a la memoria esta frase:  "Cuando el sabio señala al cielo, el tonto mira al dedo". No caigamos en ese error. Conque sigamos manteniendo la vista fija en esas baldosas, tachadas de asesinas, que son las únicas causantes de que en Ceuta el número de impedidos nos haga recordar, cambiando lo que haya que cambiar, a los mutilados de los años cuarenta.

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