Cumplido mi tiempo como parlamentario, dice F. Miaja, mis aspiraciones eran vivir en Ceuta y dejar a un lado los viajes. Necesitaba recorrer la ciudad y reunirme con los amigos cuando me apeteciera. Aún no sabía que podía ser candidato a la alcaldía en 1987. El logro político que más feliz me ha hecho en mi vida. Creo haber referido ya, varias veces, que mi madre sentía pasión por mi prima Sara. En la familia era conocida la adoración que sentía la tía por la sobrina. Y es que mi madre veía en ella todas las cualidades que deseaba ver en la mujer que yo eligiera para casarme. E hizo todo lo posible para que esa boda se llevara a cabo. Y acertó mi madre.
Pues Sara y yo formamos un matrimonio en el cual nos hemos prestado siempre la ayuda que cada cual hemos necesitado en momentos concretos. Habremos tenido las cuatro cosillas que suelen tener las parejas. Pero jamás hubo ni pérdida de respeto ni salidas de tono que pudieran dejar heridas sin cicatrizar. Así, cuando me hablaron de la posibilidad de ser candidato a la alcaldía, en 1987, lo primero que hice es hablar con Sara para preguntarle si estaba de acuerdo en que aceptara tal responsabilidad. Y me respondió que sí. Pero....
El pero consistía en lo siguiente: en caso de ser elegido alcalde tendría que aceptar que ella no estaba dispuesta a acompañarme en ningún momento. Quería pasar inadvertida a todo trance. Inadvertida de verdad. Aun a costa de que llegaran a creer que el alcalde era viudo. Se negaba en redondo, a que llegado el caso, le dispensaran favores y, mucho menos, que la reconocieran como la mujer del hombre que, durante cuatro años, podría regir los destinos de Ceuta desde el Ayuntamiento.
Las elecciones municipales se celebraron el 10 de junio. Yo voté sobre las diez de la mañana en la Escuela Universitaria del Profesorado, situada en la calle del Greco. Allí me esperaban María del Carmen Castreño y Pedro del Corral. Los periodistas me preguntaron por mi salud, y respondí que andaba como un reloj suizo. Todos tenían metido entre ceja y ceja que yo estaba muy mayor para ser alcalde. Pero, a pesar de ser septuagenario, yo andaba muchos kilómetros todos los días. Lo que sí me emocionaba es ver cómo los ciudadanos me animaban a afrontar tamaño reto.
Cuando las urnas dictaron sentencia, créame, debo decir que torcí el gesto en un primer momento. Puesto que yo esperaba obtener mejores resultados. También es cierto quer ningún otro partido pudo superar los ocho concejales logrados por los socialistas. Debo confesar que Ceuta Unida, partido localista, encabezado por Rafael Montero, logró seis escaños. Una auténtica revelación. Los mismos que Coalición Popular. En cambio, el PSPC obtuvo tres, y dos el CDS.
Al día siguiente los rumores se extendieron por la ciudad, todos relacionados con los pactos que podríamos acordar entre partidos. Me invistieron alcalde un 30 de junio de 1987 con once votos. Los ocho nuestros y los tres del PSPC. Un momento inolvidable: porque ser alcalde de mi pueblo era el no va más para mí. Luego, con el transcurrir de los días, se formó un tripartito formado por socialistas, Ceuta Unida y el CDS.
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