Me dice un amigo que la derrota de la selección le ha impedido pegar ojo en toda la noche. Y que no logra entender cómo los italianos fueron capaces de darnos una lección en todos los sentidos. Hasta el punto de que, durante mucho tiempo, nuestros jugadores anduvieron como fantasmas. Sometidos a la tiranía de unos rivales cuya forma de actuar le permitió cerciorarse, una vez más, que Vicente del Bosque sigue siendo un alineador y mejor diplomático, pero que se muestra incapaz de ayudar a sus jugadores cuando éstos son superados por los problemas -tácticos- que les plantean sus rivales.
Y a él, al amigo, van dedicadas las reflexiones de un entrenador, sin suerte, pero tampoco con desventura. Algo -piensa el entrenador que escribe- que se aprende entrenando casi dos decádas y lo que se aprende, como lo que se roba, parece quemar las carnes llevándolo encima y conviene descargarlo para que otros aprendan, si pueden, y para que otros se escalden. Así que al grano...
Vicente del Bosque metió la pata hasta el corvejón por no saber cómo emplear sus fuerzas contra una defensa compuesta por tres centrales, tan expertos como aguerridos, acompañados además por dos laterales que se sabían de memoria cuáles eran los movimientos y ayudas que debían prestar a sus compañeros para disminuir las posibilidades de un Morata aislado, esperando los pases de David de Gea como único recurso atacante y, de paso, sacar a Nolito de sus casillas.
Los comentarista de Telecinco, Camacho y Kiko, se preguntaban, una y otra vez, qué razones tenía Del Bosque, totalmente fuera de sí, algo nada habitual en él, para abroncar a Nolito sin solución de continuidad, sin que el jugador sanluqueño supiera a ciencia cierta cuáles eran los motivos por los que el seleccionador no cesaba de enmendarle la plana a voz en cuello y con gestos desabridos. Y la cosa era fácil: cuando Nolito trataba de presionar a Bazargli, éste recibía la ayuda inmediata de Florenzi, el cual se proyectaba en ataque. Así, una y otra vez, lograron que Nolito perdiera los papeles.
Ni que decir tiene que en el lado contrario, la labor de Silva era bien distinta, pero tampoco funcionó; ya que entre De Sciglio y Giarechinni lo convirtieron en un ser desmayado. Tan falto de ánimo y tan carente de recursos para tomar decisiones, que el jugador del Manchester City anduvo deambulando por el césped como alma en pena. Y, por si fuera poco, De Rossi, sin que nadie le molestara lo más mínimo, sacó su libreta de organizador y dio todo una lección magistral de cómo hay que jugar en el centro del centro del campo, ante el asombro y desconcierto de nuestra gran figura: Andrés Iniesta.
Esa organización defensiva, capitaneada por Barzagli, Bonucci, Chiellini y respaldada por Buffon, no rebatida con las armas debidas, fue aprovechada por las demás líneas italianas. Por lo que coparon el medio campo con cuatro o cinco hombres y atacaron con muchos más. Y, justo es decirlo, pudieron golearnos en la primera parte, de no haber surgido el mejor De Gea. Sin duda alguna, el único acierto del seleccionador, al mantenerlo como titular ante la insistencia contraria de los medios afines que permanecen rendidos a Iker Casillas.
Resumiendo: cómo es posible que Vicente del Bosque cayera en la trampa de no jugarle a los tres centrales adversarios, con dos delanteros centros capaces de incordiarlos haste el extremo de hacerles dudar en todos los aspectos, y aprovechando las bandas con dos jugadores capaces de ser volantes y atacantes, tipo Lucas Vázquez, para evitar la superioridad de los de Conte en la zona vital del medio campo. Y en la que Pellé, además de ser delantero peligroso, anulaba todas las acciones de Busquets. Y, desde luego, tampoco conviene echar en saco roto la pésima actuación, y van... las que van, que no son pocas, de Sergio Ramos. En esta ocasión, desgraciadamente, arrastrando con él a Piqué.
El fútbol de la selección española está envejecido. Y el seleccionador no es el técnico más indicado para rejuvenecerlo. Así que le ha llegado la hora de hacer mutis por el foro. Eso sí, se ha hecho acreedor a que se le rindan honores de marqués. Faltaría más.
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