Dado que me fue imposible ver el España-Turquía, celebrado el viernes pasado, no dudé en leerme todas las crónicas al respecto y también presté oído a lo que decían los comentaristas de radio y televisión. Y era tal la alegría con la que se manifestaban todos ellos por el gran juego de nuestra selección y sobre todo por la magistral actuación de Iniesta -hasta el punto de pedir a voz en cuello el Balón de Oro para él-, que pasé una noche toledana maldiciendo mi desgracia por no haber podido presenciar tan grande espectáculo.
Así que hoy he esperado con enormes deseos el comienzo del partido con la selección croata, convencido de que iba a ver otro de los encuentros memorables de una selección que sin tirar a gol es capaz de derrotar a los mejores equipos de Europa y del mundo mundial. Y mi ilusión fue a más a medida que iba conociendo que el entrenador de Croacia había decidido reservar por precauciones varias, golpes, amenazas de suspensión y vaya usted a saber..., a cinco de sus mejores jugadores. Entonces dije para mí: hoy nos basta con Andrés Iniesta para golear a una selección cuyos aficionados, además, se comportan como energúmenos.
Empezaron los croatas jugando muy bien. Con Rakitic moviéndose a su aire por detrás de Kalinic, -delantero centro-, y pudieron marcar dos goles en un santiamén. Desde ese momento, Vicente del Bosque se debió dar cuenta de que la posición de Rakitic merecía suma atención, pero el seleccionador confiaba ciegamente en que más pronto que tarde Iniesta se haría con las riendas del partido y se durmió en los laureles. Y tuvo suerte, claro que sí; puesto que Morata marcó el primer gol tras un gran pase de Cesc.
Los croatas ni se inmutaron pese a que bien pronto se vieron con un gol en contra. Eso sí, Marko Rog, joven futbolista, seguía a lo suyo; que no era otra cosa que anular a ¡Iniesta del alma mía! en versión Camacho. España disfrutaba de una posesión de balón sin la menor utilidad. Cesc, Silva Busquets e Iniesta, como es habitual, jugaban su correspondiente 'rondo' sin saber en qué estado de forma se hallaba el portero croata. Eso sí, cada vez que los rivales se hacían con el esférico le sacaban los colores a unos defensas españoles que parecían desorientados.
De modo que ni Nolito ni Morata se veían asistidos por las estrellas del medio campo español. Cómo de mal estaría jugando el gran Iniesta, que derecho tiene a pegar un petardo como el de hoy, que hasta Camacho y Carreño, que suelen hacerle la ola al barcelonista, estaban convencidos de que Del Bosque acabaría por sustituirlo. El empate de Croacia llegó en el minuto 44 y España se fue a descansar con la moral por los suelos y hundida físicamente. En cambio, los croatas parecían sentirse frescos como lechugas.
La segunda parte tuvo de todo: penalti a favor de España y que Kiko Narváez dijo que no existió, con más razón que un santo, mientras Carreño y Camacho opinaban lo contrario. Yo soy del mismo parecer que KN. El caso es que Sergio Ramos le pegó al portero en el pecho y España empezó a certificar su derrota. Derrota que no pudieron evitar los cambios: ni Bruno, ni Thiago, ni Aduriz hicieron nada notable. Quien sí siguió jugando de manera sobresaliente fue Rakitic. Y, por tanto, le dio coba a Ramos, a Piqué y al mismísimo Busquets. Y, para colmo de males, una gran jugada de Perosic, cuando el partido languidecía, termino en gol. Y España perdió el primer puesto. Espera Italia. Pero nosotros seguimos confiando en Iniesta.
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