En una comparecencia en Downing Street, el primer ministro, David Cameron, refiriéndose a los resultados del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, que ha calificado de ejercicio democrático, acabó diciendo: "Hay momentos en que es adecuado preguntarle a la gente". Más o menos, vino a decir que él, ante todo, es muy democrático.
Inmediatamente, debido a que mi memoria me sigue siendo fiel, recordé lo que pensaba al respecto don José Ortega y Gasset, y que expresaba mediante el siguiente cuento. Comienza así: Pues no me parece menos absurdo el hombre que, como tantos hoy, se llega a nosotros y nos dice: "¡Yo, ante todo, soy demócrata!"
En tales ocasiones -dice nuestro mejor filósofo y ensayista- suelo recordar el cuento de aquel monaguillo que no sabía su papel y a cuanto decía el oficiante, según la liturgia, respondía:"¡Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento!". Hasta que harto de insistencia, el sacerdote se volvió y le dijo: "¡Hijo mío, eso es muy bueno; pero no viene al caso!".
No es lícito -continúa manifestando el ensayista- ser ante todo un demócrata, porque el plano a que la idea democrática se refiere no es un primer plano, no es un "ante todo". La política es un orden instrumental y adjetivo de la vida, una de las muchas cosas que necesitamos atender y perfeccionar para que nuestra vida personal sufra menos fracasos y logre más fácil expansión.
Como la democracia es una forma jurídica, incapaz de proporcionarnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son de derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida, al hacer de ella un principio integral de la existencia se engendran las mayores extravagancias. Por lo pronto ve en ello Ortega y Gasset la contradicción del sentimiento que motivó la democracia.
Extravagancia y fracaso que se le pueden atribuir a David Cameron por haberse arriesgado a someter a referéndum la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Tal vez convencido de que si salió ileso de la aventura escocesa por qué no tentar otra vez a la Diosa Fortuna. Sin caer en la cuenta de que un tal Boris Jhonson, compañero de partido y por tanto su peor enemigo, podía ganarle la partida sacando a relucir su odio cerval contra los alemanes. Aprovechando, claro está, el descontento generalizado que existe en Europa con las actuaciones de la señora Merkel. Y, basándose en esa disconformidad patente, el tal Johnson ha comparado la Unión Europea con el proyecto de Hitler, durante su campaña a favor de El Brexit.
No olvidemos que, aunque hayan pasado muchos años, en el Reino Unido aún se recuerda lo que pensaba Churchill sobre los alemanes. Churchill era partidario de desmantelar industrialmente a Alemania; tal vez porque creía firmemente que era posible convertirla en un pueblo de "campesinos y pastores". Pero el estallido de la Guerra Fría indujo a los Estados Unidos a ofrecerle a Alemania la oportunidad de contener a la potencia del Este. Y convirtió a Adenauer en el hombre de Washington.
Y aunque Winston Churchill tuvo que acceder a los deseos de los Estados Unidos, dada las magníficas relaciones que siempre mantuvo con sus dirigentes, cuando llegó la hora de darle las bendiciones al Mercado Común Europeo, no dudó en pronunciarse de tal guisa: "Paz y prosperidad en el Continente. Interesados y asociados pero no absorbidos... Sí, con Europa, pero no comprimidos".
Si Boris Jhonson gana las próximas elecciones, lo cual es factible, el Reino Unido seguirá formando parte de la Unión Europea. Y será recibido con los honores que se le rinden a los que deciden regresar al redil. Y ya se sabe que ello supone ser mimado hasta la náusea. O sea.
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