Llevaba ya muchos días sin dar barzones por el centro de la ciudad. Porque en verano me gusta pasarme las mañanas en El Chorrillo -por cierto, a ver si sale alguien con conocimientos suficientes sobre arenas y dictamina si hay que tomar o no precauciones con las que se han vertido en mi playa predilecta-. Y hoy decidí echarme a la calle. Y, claro está, me he ido parando con conocidos, y también lectores míos, y debo manifestar que nos ha cundido tanto charlar como satisfacción nos produjo darle a la sinhueso.
A Carlos Bringa, por ejemplo, lo conozco desde hace tantos años que, aunque nos sigamos viendo de higos a brevas, le tengo la suficiente estima como para atreverme a decir que lo considero amigo. Por más que esta palabra, de tanto usarse, esté devaluada. Pero CB es de los que cuando me pregunta cómo estoy se espera a oír la contestación. Lo cual es de agradecer. Bringa desea saber si he leído una noticia publicada en un periódico digital. Y le respondo que no. Que aún no he tenido tiempo de leer nada. Y no duda en ponerme al tanto de un asunto relacionado con la publicidad institucional.
Bringa quiere conocer si opinaré al respecto, en cuanto me empape del asunto. Y le contesto con un no rotundo. Y le explico el porqué de mi actitud: en esta ciudad, querido Carlos, yo he sido el único escribidor que se ha atrevido, durante años y años, a enfrentarse con el poder establecido Y lo hacía sabiendo que no estaba respaldado por nadie. Y más aún: llegó un momento en que me vi desamparado y además atacado por quienes no sólo eran incapaces de dar la cara sino que, encima, me odiaban por el valor sereno que demostraba ante los poderosos componentes de las familias endogámicas que reinan en la ciudad.
Me imagino que CB, que se conoce de memoria vida y milagros de los políticos y sus adláteres, debió pensar que a mí ya me ha podido el canguelo. Que al verme traicionado, lo primero que pensé es que no merecía la pena seguir enfrentado a todos los personajes a quienes les suenan las choquezuelas. O "Sus, que les crujen las rodillas". Esta frase es la que pronunció la Vieja del Candilejo, cuando desde su ventanuco vio cómo dos caballeros se batían y uno de ellos mataba a su rival, y cuando el hijo de la vieja quiso salir a recoger el candil que se le había caído a su madre, y a identificar al matador, la vieja le advirtió que no lo hiciera, porque a quien le crujían las choquezuelas al andar, según sabía toda Servilla, era al propio Rey don Pedro I.
La frase se sigue usando en Sevilla para advertir a alguien que no se meta en pleitos con un poderoso, porque puede salir malparado. Es paralela a otras frases como "con la Inquisición, chitón", o "con hermandad o cofradía no te metas en porfía". Pues bien, yo conozco a todos los que les suenan las choquezuelas y les crujen las rodillas en esta ciudad. Y sé, porque no soy tan lelo como para ignorarlo, que todos ellos, aun odiándose entre sí, no dudan lo más mínimo en unirse cuando se ven asediados por algunas de las muchas irregularidades que suelen cometer.
Querido Carlos Bringa, no te extrañe que cualquier día, por motivos obvios, me dirija de tal guisa a estos señores, a quienes les suenan las choquezuelas, en señal de sumisión: "A mandar, que para eso estamos". Y ya verás como, a partir de ese momento, jamás volveré a ser perseguido con saña por cuantos están deseando ajustar cuentas conmigo. Venganza en la segunda acepción de la frase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.