Al margen de la liberación que pudo representar para algunos el fútbol durante la represión de la dictadura, este deporte, en cualquier circunstancia política, constituye la pasión dominante para muchísimos españoles. La cual se volvió a poner de manifiesto la semana pasada, debido al partido que jugaron Barcelona y Sevilla, correspondiente a la final de la Copa del Rey, en el Vicente Calderón.
Partido emotivo y del que se ha venido hablando hasta que nos hemos dado cuenta de que la final de la Champions League está a la vuelta de la esquina. Sin que nadie haya recordado que estamos viviendo otra vez el Pan y circo de los años cuarenta de nuestro siglo pasado. Cuando todos los males de la época se trataban de paliar con las gestas futbolísticas de nuestros equipos.
Hablando de gestas es imposible olvidarse, porque sería cometer injusticia, de cómo el Atlético de Madrid viene brillando con luz propia desde que es entrenado por Diego Simeone. Éste, además de haberle inculcado a sus jugadores el carácter que a él le distinguía como futbolista, ha sabido también aplicar un sistema táctico con el cual poder hacerle frente a los hasta hace nada equipos muy superiores al rojiblanco. Y a fe que nadie puede poner en duda que lo viene consiguiendo.
Para enfrentarse al Atlético de Madrid los rivales han de estar concienciados de que enfrente tendrán un equipo compuesto por jugadores disciplinados, solidarios y convencidos de que haciendo lo que mejor saben hacer, según su entrenador, se hallan en disposición de ganar, ganar y ganar. Ahí está el busilis. Es decir, la dificultad del asunto. La que los jugadores del Madrid conocen perfectamente por haberla sufrido en sus carnes.
El Atlético es un equipo muy experimentado en no dejar jugar, pero no lo hace mediante una técnica destructiva por sistema, ni al buen tuntún, ni a la buena de Dios; sino usando todas las cualidades de sus jugadores y, naturalmente, poniéndolas al servicio de unos conocimientos tácticos que les permiten afrontar sus encuentros con gran solvencia y contra los rivales más encopetados.
De hecho, Barcelona y Bayern mordieron el polvo ante unos hombres que ceden terreno y sin embargo el dominio de sus adversarios no los apremia, no los crispa, no los encoge, no les causa miedo alguno. Pues están convencidos de lo que hacen y además lo llevan a cabo de manera sobresaliente. Así que hasta cabe dar por buena esa comparación que lo dice todo: "Jugarle al Atlético de Madrid es como ir al dentista".
El Madrid podría conducirse casi de la misma manera que lo hicieron los alemanes dirigidos por Pep Guardiola ante el equipo rojiblanco; evitando eso sí, el error en defensa cuando se adelantó en el marcador al mantener a Xabi Alonso por delante de una defensa de dos: Martínez y Boateng. Y, sobre todo, que Zidane deje de ser aquiescente con la anarquía de Ramos y Marcelo. Ya que por ese sitio se le puede escapar el triunfo ante la voluntad de un equipo capaz de resurreciones continuas, debido a su entusiasmo y fe en sus posibilidades.
En fin, el juego del Madrid debe ir macerando el sistema del Atlético para ablandarlo. Sin apresuramientos. Pero con las pausas imprescindibles.
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