Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Calderón, Aragonés y quien escribe

No es la primera vez que se me pregunta, por ser perito en la materia, si los entrenadores verían como un logro que se suspendieran las declaraciones después de los partidos. Y ayer respondí que sí. Y hasta me atreví a decir, nuevamente, que es un trámite aborrecido -sobre todo- por los profesionales que más saben de este deporte. Y argumenté: hay preguntas tras los partidos que muchos técnicos consideran tan insustanciales como para detestarlas.

Dado que el Atlético de Madrid lleva ya mucho tiempo en la cresta de la ola, me he acordado de que Luis Aragonés era uno de los entrenadores que peor llevaba ese tener que acudir a la sala de prensa para someterse a un interrogatorio repleto de banalidades. A veces, ante preguntas pueriles, me consta que hacía malabares para no responder indebidamente. Aunque le resultaba imposible impedir que en su rostro se calcara el malestar que le inundaba.

Quienes conocíamos  su carácter y su forma de pensar al respecto, sabíamos que antes de ser inquirido en la conferencia de prensa ya se había encomendado a todos los santos para no contestar con sarcasmos a preguntas necias. Si bien en ocasiones, por más que tuviera decidido mantener la calma y comportarse como un espartano, terminaba saliéndose de madre.

Luis Aragonés, además, como era un tipo tan inteligente como conocedor de la calle, no hablaba de fútbol con cualquiera. Por lo cual ganó fama de cascarrabias, irascible, regañón, susceptible... Nada que ver, por tanto, con el Luis cercano, amable, bondadoso y hablador, cuando se hallaba entre gente que le merecía confianza y chamullaba con conocimiento del tema. Todavía recuerdo una anécdota, entre las varias que tengo con él. Ocurrió así: estando ambos en el Hotel La Muralla, en el verano de 1982, tomando una copa en la barra de la cafetería, servida por Alejandro -barman de postín-, hablaba don Vicente Calderón mientras Aragonés y yo le prestábamos toda la atención del mundo.

Y en esas estábamos.cuando llegó un tonto con balcón a la calle -gracias por el préstamo, maestro Burgos- y se puso a darnos explicaciones sobre cómo tenía que ser un directivo de fútbol; todo ello, por si fuera poco, aderezado con opiniones tácticas y comentarios técnicos acerca del deporte rey. A medida que el Fulano peroraba y peroraba, sin solución de continuidad, la cara de LA iba enrojeciendo y sus visajes mostraban que estaba a punto de saltar.

Pero el presidente del Atlético de Madrid, que lo conocía más que bien, daba toques, con cierto disimulo, con su pie derecho en la pierna izquierda de su entrenador, pidiéndole contención. En un momento determinado, y no pudiendo aguantarse más, ante la sarta de tonterías que estaba diciendo aquel personaje de la localidad, se las apañó Luis para despedirse de don Vicente Calderón y de paso invitarme a dar una vuelta por la plaza de África para estirar las piernas.

Nada más abandonar el hotel, Luis se paró en seco, me cogió del brazo y, mirándome a los ojos, me dijo: ¿Cómo es posible que tú, Manolo, con tu forma de ser, con ese carácter que te distingue, que no permites que se te pose ni una mosca en el hombro, seas capaz de aguantar a ese directivo? Y yo, sin poder contener la risa, le contesté: porque tengo que comer, Luis; porque tengo que comer...

A partir de ahí, Luis Aragonés no dudó en cambiar de conversación. Y, claro, lo primero que hizo es decirme que, tras el partido entre la Agrupación Deportiva Ceuta y el Atletico de Madrid -correspondiente al Trofeo Ciudad de Ceuta-, si a bien lo tenía, le diera yo mi opinión sobre Roberto Simón Marina. Cuyo nombre artístico era Marina. Tan  joven, entonces, como prometedor futbolista. Y así lo hice.

El partido terminó empatado a cero. Y Suso Bea anuló al gran Hugo Sánchez, cuando el mejicano ya era apetecido por el Madrid y por todos los grandes equipos europeos de la época. Luis Aragonés, así como quien no quiere la cosa, me dijo al concluir el partido: "Si Bea tuviera menos años, ahora mismo me lo llevaría.





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