Mientras los aficionados merengues están festejando la conquista de la Undécima, como no podía ser de otra manera, los hinchas colchoneros siguen derramando lágrimas porque se les ha vuelto a escapar ese título de la mano. Tres veces ha estado el equipo rojiblanco a punto de obtener tan preciado Trofeo. Y en todas ellas se ha quedado a la luna de Valencia. ¡Ay de los vencidos! Pues ni maldecir pueden a la Diosa Fortuna que tan esquiva se les muestra. Ya que nada vale ponerse como un basilisco. Por tal motivo, el Atlético de Madrid aceptó la derrota sin elevar la voz. Ahora bien, las declaraciones de Diego Simeone, tras el partido, reflejan el auténtico desánimo que prevalece actualmente en el seno del club. Y no es para menos.
El Madrid se hundió a partir del minuto veintitanto y estuvo mucho tiempo a merced de sus rivales. En principio, porque Luis Filipe y Juanfran fueron horadando la defensa madridista por los costados. Así que Carvajal y Marcelo empezaron a pasarlas canuta. El primero, además, estaba amonestado; el segundo, porque su anarquía y sus deseos de exhibirse le impiden ser mejor futbolista. Fue entonces cuando Modric y Kroos se resintieron y el medio campo, zona de suma importancia, estuvo supeditado al trabajo de Casemiro. Cuya labor, por ser descomunal, mereció todos los elogios. El brasileño debió ser elegido el mejor del partido. Se lo había ganado con creces. Pero en esta vida, si no eres guapo, al menos has de caer en gracia. Y Casemiro carece de ambas cosas.
A propósito -y perdonen la digresión-: Casemiro fue titular indiscutible con Rafa Benítez y se convirtió muy pronto en ese escudo de la defensa que necesita todo equipò. Y si es de los grandes mucho más; porque sabido es que muchas de las figuras consagradas son reacias a defender cuando les toca. En el Madrid, por ejemplo, ni Cristiano ni Benzema ni Bale se sacrificaban en tales tareas. Y, claro, semejante indolencia repercutía negativamente en Modric, Kroos, James o Isco. A quienes se les acumulaba un trabajo para el cual tampoco están muy predispuestos.
Rafa Benítez entendió con celeridad que Casemiro y Lucas Vázquez tenían que jugar. Y no dudó en alinearlos. Pero entonces salieron los listos de turno alzando la voz contra ambos. Del primero dijeron que era una especie de armario empotrado en una línea en la cual no lo necesitaba el Madrid. Los que así se manifestaban son los mismos que ahora no cesan de loar, y con justicia, a un medio centro capaz de hacer de todo y más que bien. De hecho, cuando el Madrid estaba desfallecido y el Atlético apretaba de lo lindo, logró atemperar las arremetidas de sus rivales. Al segundo lo trataron como a un cualquiera. Que Santa Lucía les conserve la vista a esos opinantes. Ah, el gran pecado de Benítez fue prescindir de Casemiro en el partido disputado frente al Barcelona en el Bernabéu. Tampoco Zidane lo tuvo claro a su llegada; asi que, ante la duda, prescindió de Casemiro varios partidos.
Cuando el Madrid parecía exhausto y a punto de doblar las rodillas por carencias físicas que se veían a una legua, y los aficionados atléticos se frotaban las manos viendo como Carrasco con su juego ágil, veloz, basado en regates desequilibrantes y siempre buscando la perpendicularidad, cundía el pánico entre sus adversarios, sucedió lo inesperado: se echó al suelo Luis Filipe para no levantarse más y, a renglón seguido, lo hizo Koke. Y es que el cansancio, causado por una larga y exigente temporada, no respetó a nadie. Incluso hubo jugadores en ambos bandos que aguantaron la prórroga con cojeras visibles y temerosos de cometer cualquier error fatal.
A Zidane, de continuar como entrenador del Madrid, lo cual se ha ganado con creces, no debería cegarle ni el buen tramo final realizado por su equipo en la Liga BBVA, ni tampoco la obtención de la Champions League, a la hora de reforzar la defensa con futbolistas zurdos. Le urge al Madrid el hacerse cuanto antes con los servicios de un lateral y un central que manejen perfectamente la pierna indicada. Con el fin no sólo de tener un recambio para Marcelo sino para poder lograr una distribución racional. Y, por encima de todo, para no tener que estar siempre sometido a la voluntad de Ramos y del anárquico Marcelo.
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