Tras la derrota del Madrid en Alemania, ante un Wolfsburgo al que los periodistas españoles habían considerado un equipo menor y hasta se aventuraron a decir que su nombre se hallaba envuelto en una bola caliente para que le tocara a quien le tenía que tocar en el sorteo, se vienen escribiendo tantas tonterías por parte de individuos carentes de conocimientos acerca del deporte rey, que uno no se resiste a salir al paso de algunas de ellas.
Danilo. Su contratación fue malquista desde que se anunció por el Madrid. Lo primero que dijeron de él es que no hacía falta el jugador del Oporto teniendo a Carvajal. Y a partir de ahí comenzaron a mirar con lupa las actuaciones del jugador brasileño. Lo mismo que hicieron en su día con Fabio Coentrao. A quien no dudaron en crucificar los periodistas madrileños. Sin embargo, cedido al Mónaco está rindiendo a plena satisfacción. En tanto y cuanto el Madrid sólo cuenta con Marcelo en esa demarcación. Y así le está yendo al equipo más laureado del mundo.
El marcaje de Danilo a Drexler, estrella del Wolfsburgo, fue pésimo. Y así lo hice yo constar ayer. Pero no toda la culpa de semejante desastre hay que achacársela a él. De ningún modo. El culpable de cuanto aconteció fue Zidane. Es más, en la primera parte el duelo Danilo-Drexler se produjo en las mismas narices del entrenador del Madrid. Muy cerca del banquillo. Y bien pudo tomar éste las medidas oportunas para evitar tamaño desaguisado. Pero a Zidane se le fue el santo al cielo.
Los buenos entrenadores son los que enmiendan sobre la marcha sus propios errores. O bien los errores inducidos por un rival que también tiene derecho a pensar bien. Pero el entrenador del Madrid parecía estar en Babia. Me explico: si el rival decidió echar mano del contraataque y hacerlo además con uno o dos jugadores, tan veloces como reconocidos, lo que convenía es marcarlos al hombre en jugada. Es decir, mediante marcajes mixtos. Con el fin de darles confianza a unos centrales, en este caso, Pepe Y Ramos que estaban naufragando por no tener a nadie a quien marcar. Ya que los adversarios venían desde muy atrás y libres de polvo y paja.
Zidane, a quien le deseo los mayores triunfos como entrenador, pecó de lerdo. Es más, no supo en ningún momento evitar el mal trago que estaba pasando Danilo. Como tampoco se dio cuenta de que sus defensas caían en el error de marcar sombras. Todos menos Marcelo. Cuya libertad de acción no concuerda en absoluto con el sistema que juega el Madrid. La misión de Marcelo como defensa ofensivo a tiempo completo, tendría que estar acompañada de un central zurdo capaz de imponer su jerarquía en ese lado izquierdo. Y en ese sitio, desgraciadamente, el Madrid sólo cuenta con un Ramos tan venido a menos como para ser en estos momentos una rémora para su equipo. Sobre todo porque su pierna izquierda es de madera y su cintura es como una rueda de molino.
Lamentable, pues, es leer en la prensa deportiva madrileña que Danilo engrandece a Carvajal. Y a partir de ahí se produce el ensañamiento con el jugador brasileño. Cuya actuación fue mala, sin duda alguna. Pero que bien pudo evitar el entrenador del Madrid en menos que canta un gallo. Zidane ha sido un grande del fútbol como jugador. Lo cual no quiere decir que deba ser un entrenador avispado. Frente al Wolfsburgo, al menos, estuvo confiado. Torpe. Dubitativo. Sin recursos. Y lo que es peor: nunca se percató de que el equipo alemán le estaba pasando al Madrid por encima y por su lado.
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