Desde hace unos días hay una página web en la cual constan todo los bienes que se le han incautado a José Antonio Roca, cerebro del conocido como el 'caso Malaya', para subastarlos y que los condenados puedan hacer frente a las multas impuestas por la Audiencia de Málaga. El 'caso Malaya' es hasta ahora el mayor caso de corrupción municipal conocido; pues el valor de lo confiscado, según nos dicen, es de 72,5 millones de euros. Que ya es robar. Aunque tampoco es menos cierto que el buen gusto de Roca ha quedado hecho trizas. Sobre todo cuando entre los bienes requisados aparecen látigos y armaduras de samurái. Sí, ya sé que las aberraciones ya no escandalizan a nadie. Pero...
Aunque no es de José Antonio Roca de quien yo deseo hablar, ni mucho menos. Si bien debo decir que gracias a sus desmanes se me ha venido a la memoria, con gran celeridad, el nombre de Antonio Sampietro y su llegada a Ceuta para contarnos las excelencias del Grupo Independiente Liberal, una vez que los quintacolumnistas le habían abierto los caminos para que el político catalán -afincado en Marbella a la vera del dueño de Imperioso- nos prometiera un policía en cada esquina; las calles limpias como una patena; obras faraónicas, y la firme promesa de acabar con la corrupción de los políticos. Eso sí, y aunque parezca una contradicción, no se cortó lo más mínimo en gritar a voz en cuello que serían menos los... elegidos y, por tanto, cabrían a más.
Del GIL he escrito yo muchas veces. Y nunca nada bueno. Y lo hice antes, durante y después de gobernar en esta tierra. Lo que sigo sin entender todavía, y ya ha llovido lo suyo, es la causa por la que tantos ceutíes corrieron hacia las urnas poseídos por la alegría de haber encontrado en Antonio Sampietro el remedio a todos los males que le achacaban al gobierno presidido por Jesús Fortes. Hubo un momento en que, si se hablaba bien de Fortes, muchos tipos montaban en cólera y hasta gritaban amenazantes con los puños dispuestos en combate. Hecho que me tocó vivir y sufrir.
Entonces, no tuve la menor duda de que a JF le habían montado una campaña tremendista. Y comenzaron, de la noche a la mañana, a hacer tiras de él y cuando quiso darse cuenta lo tenían troceado y sambenitado. Uno recuerda perfectamente los nombres de quienes no se cansaban de poner al presidente de la Ciudad a los pies de los caballos. Acusándole de todos los males que padecía Ceuta. Lo cual no dejaba de ser una injusticia. Pues nadie es tan bueno ni tan malo.
Conviene recordar, y así lo hago, que quien así se expresa nunca gozó de la simpatía del Fortes gobernante. Lógico comportamiento de cualquier politico incapaz de domeñar la voluntad de quien escribe. En cambio, Fortes si fue vendido, en el momento oportuno, por todos los que disfrutaron de sus canonjías y viajaron placenteramente y a costa del erario público. Así es la vida. Por consiguiente, tampoco entiendo, a estas alturas, los motivos que tienen los que tanto se significaron en su día, como defensores a ultranza del GIL -accedieron a cargos, obtuvieron beneficios y lograron empleos bien remunerados-, para tratar de hacernos olvidar que ese esperpento de partido estuvo aquí y además gobernó gracias a ellos. Y hay más...
Por ejemplo: cuando a esos quintacolumnistas se les inquiere por su pertenencia a esas siglas, tras carraspear con dificultad y sin atreverse a mirar de frente, responden que su pertenencia al GIL fue por casualidad. Vamos, porque un día pasaban por delante de la sede del partido y decidieron echarle una mano a Sampietro y compañía. En realidad, uno tiene la certeza de que haber pertenecido al GIL lo consideran ellos una mancha negra en su historial. Se avergüenzan de haber medrado gracias a ese partido corrupto hasta la náusea. Un partido que, de haber gobernado más tiempo en Ceuta, tal vez habría logrado que ahora mismo estuviera saliendo en una página web la subasta de innumerables propiedades y riquezas más grandes de toda la historia para compensar lo mucho trincado en esta tierra.
Nota: este escrito puede verse en Blog de Manolo de la Torre y en Aires de Ceuta.
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