Dice Fructuoso Miaja: Durante un tiempo estuve en el frente del Jarama. Y también en el de la Cuesta de la Reina. Yo procuraba compartir trincheras con quienes tuvieran más o menos mis ideas. Lo cual era una aspiración de todos los que estábamos allí. A veces nos veíamos obligados a recorrer distancias largas para conseguirlo. Porque en el Frente Popular se producían grandes divisiones. Los comunistas y los anarcosindicalistas se tiraban al degüello. Entre los socialistas existía la pugna de los partidarios de Indalecio Prieto y Largo Caballero. Y qué decir del odio que se profesaban las dos versiones del comunismo: el ortodoxo y el POUM.
Muy pronto empezaron comunistas y anarquistas a acusarse de estar al servicio del fascismo. Lo que propició la muerte de muchas personas de ambos bandos. Se miraba a los oficiales con recelo, con mucha desconfianza; puesto que los militares profesionales gozaban de poca simpatía entre los milicianos. Menos mal que tuvimos la suerte de contar con Rojo y Miaja: dos extraordinarios generales.
El primero era muy imaginativo en el campo de batalla. El segundo, en cambio, gozaba de una tranquilidad y aplomo que asombraba. Era, además, un profesional apolítico y un símbolo de la resistencia de la capital de España. Hasta el punto de que allí existía un espíritu de combate que hacía mucha mella en el avance de las tropas rebeldes. Lo que hizo posible que el 'No pasarán' se convirtiera en una consigna permanente y mucho más efectiva que consignas anteriores.
Mi opinión, por más que hayan pasado tantos años, no ha cambiado lo más mínimo: los comunistas fueron culpables de muchos de los problemas que sembraron el desconcierto en el Frente Popular. Ellos querían continuar la guerra a todo trance. Orientados desde Moscú y a favor de la política exterior que le convenía a Rusia. En tanto que los anarquistas queríamos ganar la guerra. Y también que se produjera una revolución social que la República ni tuvo tiempo ni tampoco parecía dispuesta a emprender. Estoy refiriéndome a una revolución que comprendiera las colectivizaciones.
Los italianos tuvieron que correr de lo lindo en el frente de Madrid. Y eso que venían entusiasmados con su exitosa intervención en Málaga. Asimismo mantuvimos a raya a las tropas africanas. Pues bien, amén de todo eso y del trabajo magnífico de los generales Rojo y Miaja y de Cipriano de Mera, cuyo deseo de emprender el camino de la militarización se le pasó pronto, la guerra estaba condenada a perderse. Y la perdimos.
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