Dice Fructuoso Miaja: julio y agosto fueron los peores meses. Cada mañana me levantaba con la alegría de haber salvado la vida, pero convencido de que volvía a estar en peligro. Algo que se hacía realidad cuando veía los cuerpos de quienes habían tenido menos suerte que yo. Cuerpos abandonados en los sitios por donde los demás teníamos que pasar. Eran días en los que primaba el espanto y yo me había hecho a la idea de que la vida podía perderla en un instante. Se estaba poniendo en práctica esa frase de café para todos. Algo que consistía en matar el estipulado porcentaje de vecinos para que los demás quedaran paralizados por el miedo.
Arreciaron los apresamientos a finales de julio. A la par que Yagüe y Gautier se desgañitaban diciendo que no había razones para que la gente se fuera a dormir al campo. Pero la gente corría hacia Benzú, en cuanto terminaba el trabajo, con la idea de formar grupos como respuesta defensiva a las detenciones domiciliarias. A pesar de ello, jóvenes falangistas acompañaban a los policías buscando a los perseguidos en las afueras de la ciudad. Así cogieron a Ramón Arnáu Gutiérrez, secretario de las juventudes marxistas; a Rafael Ruiz Corzo, perteneciente a las juventudes libertarias, y a muchos otros.
A quienes vivíamos en el campo, no cesaban de recordarnos que estábamos expuestos a las infecciones, con el fin de que permaneciéramos en nuestros domicilios. Y para meternos miedo no dudaban en comunicarnos que estaban contaminadas las aguas del llamado barranco de las Bombas, en su parte de abajo. Pero la gente prefería exponerse al tifus antes que caer en las garras de los falangistas. Eran unos cien jóvenes que practicaban el tiro a las órdenes de Del Real: teniente de la Guardia Civil. Por entonces, me parece que fueron detenidos Francisco Maestre Castillo, Manuel Morilla Piñeiro, Antonio Ros Martín y José Ríos Soto. Y siempre bajo el pretexto de idénticas e infundadas acusaciones.
En tales días, cuando el pánico se había adueñado de la ciudad y la gente recelaba de su propia sombra, leí que David Valverde Soriano, alcalde de militancia socialista, había sido detenido en Castillejos. Otro concejal detenido fue Francisco Sánchez Molinillo -afecto a la Unión Republicana- y José Díaz Moro, comunista. En resumidas cuentas, yo veía de qué forma las detenciones no paraban y llegué a la conclusión de que o ponía tierra de por medio o pronto sería uno más de los que sería apresado y posiblemente ajusticiado en cualquier punta de playa o en un rincón de la fortaleza del Hacho.
Los socialistas ceutíes tenían un enorme poder social en 1936. Contaban con la militancia de la Unión General de Trabajadores y con unos dirigentes magníficos. Aunque fueron cayendo desde el mismo día en que se produjo el llamado Movimiento Nacional. Detuvieron a muchos jóvenes. A quienes torturaban, juzgaban y dejaban a merced de los falangistas. Y éstos, cuando les parecía oportuno, conseguían sacarlos de la celda y fusilarlos. Pero antes sufrían las consecuencias de un trabajo consistente en cargar sacos terreros, empleados como defensa de la fortaleza del Hacho. Y a quienes flaqueaban durante el trayecto les propinaban vergajazos continuos hasta dejarlos deslomados.
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