Dice Fructuoso Miaja: La noche anterior al 18 de julio de 1936, dado que en Melilla se había producido el golpe militar con fecha 17, Ceuta había sido tomada por los militares. Por consiguiente, el día 18 se convirtió en una tragedia para una parte de la población. El miedo se percibía y se hablaba, con las precauciones lógicas, de cómo se habían oído muchos disparos hasta el amanecer. La realidad era que la radio y el periódico permanecían ya controlados por las fuerzas rebeldes.
La emisora local empezó a difundir los bandos implantados por los sediciosos y las alocuciones de los jefes militares se hacían cada vez más largas y exultantes. Las palabras de Yagüe, Queipo de Llano o del propio Franco, rebosantes de triunfalismos y encaminadas a decirnos que la misión consistía en salvar a la República del poder comunista, terminaban casi siempre dando vivas a ésta y comunicando que el Alzamiento se extendía victoriosamente por toda la Península.
Comenzaron las detenciones. De las que se daban cuenta diaria en el periódico local; explicando sucintamente las causas por las que eran apresadas las personas. El hecho de ser sindicalista, militante de un partido político o autoridad afín a la República, era ya suficiente motivo para ser detenido, encarcelado y fusilado en la mayoría de los casos. Coches con altavoces recorrían la ciudad celebrando la victoria de lo que ellos llamaban el Movimiento Nacional Salvador. Y la gente, cada vez más aterrorizada, pensaba solamente en ver la manera de huir a Tánger para salvar la vida.
Durante la tarde del día 18, cuando aún la confusión reinaba en la ciudad, aparte del mucho terror que se había generado, un barco, leal al Gobierno, bombardeó el puerto y la fortaleza del Hacho. El efecto del ataque causó alegría entre los ciudadanos afectos al régimen, que vivían esperanzados en que muy pronto las fuerzas republicanas redujeran a los generales rebeldes.
El bombardeo partió del Churruca: barco que regresaba a Ceuta después de haber transportado unidades de Regulares y del Tercio a Cádiz. En su empeño atacante contra las baterías de la costa, hundió al España; buque destinado al transporte de tropas. Lo mismo hicieron con buques mercantes y algunos pesqueros. También dejaron en mal estado la fortaleza del Hacho. En el Churruca se había producido la sublevación de la marinería.
Ante los cañonazos del Churruca, el teniente coronel Gautier, gobernador militar, dictó las normas que debían seguir los ciudadanos en casos así. Si bien la gente, en su mayoría, tomó la decisión de irse a las afueras de la ciudad al anochecer. Lo de irse al campo era una actitud muy criticada por los medios de difusión. Y pusilánime era la palabra que más usaban para despreciar a quienes querían dormir al cielo raso, refugiados en grutas o entre árboles. Era una manera de evitar la terrible visita nocturna de los falangistas.
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