Que el Eibar juegue en Primera División con el presupuesto del cual dispone es digno de encomio. Que una ciudad que cuenta con 28.000 habitantes tenga un equipo participando en la Liga BBVA es admirable. A partir de ahí sus dirigentes no merecen más que loas. Yo recuerdo la primera vez que me enfrenté al equipo armero en la temporada 64-65. Fue en una eliminatoria de ascenso a Segunda División. Y aún no se me ha olvidado el repaso que nos dio José Eulogio Gárate tanto en el campo del Prado de Talavera como en Ipurúa. Eran otros tiempos y hasta se embarraban los terrenos de juego aunque brillara el sol.
Todo ello lo pensé cuando faltaban pocos minutos para que el equipo guipuzcoano le hiciera frente al Madrid con sus mejores armas: es decir, marcajes severos; líneas juntas y replegadas, y sobre todo procurar por todos los medios no perder balones en su propio campo y hacer del contraataque su mejor arma. ¡Que si quiere arroz, Catalina! Pues el equipo de Mendilibar hizo todo lo contrario: marcó rematadamente mal, las distancias entre sus líneas fueron kilométricas y, por si fuera poco, sus futbolistas se dedicaron a jugar con pasecitos cortos y horizontales, en zonas peligrosas. Y, claro, se suicidaron en cuestión de media hora.
El Madrid aprovechó tan ñoña oposición desde que James hizo un espléndido gol a balón parado. El colombiano tiene más orgullo que don Rodrigo en la horca. Por tal motivo no entiende que se ponga en duda su calidad. Su pierna izquierda es un cañón de seda. Es necesario que Zidane procure por todos los medios otorgarle a este jugador una misión concreta y en sitio adecuado para que luzca en todo su esplendor. Entre James e Isco no hay color. Chovinismo al margen
El Eibar no cumplía siquiera con la condición de equipo esparrin. Así que a su entrenador le faltó nada y menos para que le diera un soponcio en plena actividad. De tantas facilidades se aprovecharon tanto Jesé como Lucas Vázquez -¡qué buen jugador de club!-. Ambos propiciaron que Cristiano estuviera más solidario que nunca. Daba la impresión de que el portugués disfrutaba protegiéndo a los canteranos. Los cuatro goles encajados por los guipuzcoanos en tan corto espacio de tiempo hacían presagiar una goleada de escándalo. Pero entre que los visitantes pusieron más empeño y los locales cedieron en sus deseos de hacer más sangre, en la segunda parte todo quedó en una pachanga acordada.
Pero hubo detalles dignos de ser destacados. En un momento determinado el Bernabéu coreó el nombre de Nacho. Premio a una labor tan eficaz cual sobria. Jugador que nunca hace nada para la galería y actúa en todos los puestos de la defensa. Incluso sería capaz de marcar encima a cualquier figura de relumbrón, llegado el caso, lejos de su rincón de seguridad como defensa. El ¡Nacho, Nacho, Nacho¡ fue un claro y contundente mensaje a Sergio Ramos. El de Camas no debería hacerse el lipendi.
Danilo tampoco se libró de la música de viento que los aficionados hicieron sonar en su honor por su desacertada actuación marcando a Drexder en Alemania. Si bien en este caso hay que culpar en parte a Zidane. Que tuvo tiempo de corregir tamaño desaguisado. Casilla, a pesar de haber jugado tan poco, estuvo muy bien. Y puso de manifiesto con su actuación que el Madrid no necesita fichar a ningún portero. Ya que con él y con Navas ese puesto, tan específico, está bien cubierto. Ojalá que el martes, frente al Wolfsburgo, los madridistas podamos celebrar la clasificación.
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