Hace varios días disfruté de una comida excelente en una mesón que le da vida a la plaza de Bernabé Perpén. La organicé yo para festejar la visita a Ceuta de Ricardo D., reputado sicólogo, a quien conozco desde hace una eternidad y con quien tuve la oportunidad de compartir muchos momentos agradables cuando coincidimos algunos veranos en Ibiza. Auténtico paraíso terrenal en los años setenta del siglo pasado.
Decidí invitar a un matrimonio amigo y, por tanto, fuimos cuatro los comensales. Ricardo D., nada más abrir la boca, convenció a Beatriz y Fernando de que estaban ante alguien capaz de conversar con tanta amenidad como para dejarle hablar cuanto él quisiera. La primera en dirigirse a Ricardo fue Beatriz, viajera empedernida, que nunca estuvo en las Islas Baleares. Así que quiso saber las diferencias existentes entre islas.
Ricardo D. comenzó hablando de Menorca. Los menorquines son tan agradables como prevenidos. Lo cual es debido a las muchas invasiones que tuvo la isla por parte de navegantes griegos y fenicios, romanos y cartagineses, moros berberiscos y cristianos de diverso pelaje: catalanes, franceses, ingleses. Tanta invasión, Beatriz, hace que la gente tenga siempre la mosca en la oreja.
¿Cómo es ibiza? -preguntó Fernando, aprovechando que Ricardo D. hacía un alto en el camino de su explicación para saborear ese buen vino que se sirve en el Mesón La Dehesa.
-Ibiza es una isla africana y, por tanto, su diferencia con Menorca es abismal -respondió Ricardo D.-. Menorca, en cambio, es una isla europea; en Ibiza predominan los vientos del sur, en Menorca la Tramuntana; viento extremadamente desagradable y capaz de alterar el ánimo de la gente. El viento, sin duda, hace que la isla pase por momentos muy desapacibles y que molestan muchísimo a quienes no están acostumbrados a padecerlos.
Beatriz quizo saber si Ricardo D. se identificó alguna vez con los hippies...
-No, nunca me sentí hippy, nunca me interesó el rock ni el ácido ni la comuna. Aunque he de decirte que Manolo y yo nos divertíamos de lo lindo mirando, desde la terraza del Montesol, el espéctaculo diario que protagonizaban los hippies. Si bien nuestro mejor amigo en la isla fue un traumatólogo francés, hippy él; el cual prestó grandes servicios en nuestra querida Ibiza.
-¿Sigue siendo Ibiza la isla del amor...?
Tras una pausa, después de haber paladeado el buen vino de la Dehesa, otra vez, respondió así, Ricardo D.
-Mira, Beatriz, a ver si soy capaz de explicarte por encima que el problema del sexo es el mismo de siempre. La gente que va al cine, que ve muchas series de televisión, que lee novelas al respecto, tiene la impresión de que el mundo está poblado de personas que pasan su tiempo haciendo el amor en unas suntuosas habitaciones de hotel o a bordo de un yate. Permíteme decirte que no es así como la gente vive. Hay una mayoría que sólo se hacen cariños con su mujer el sábado por la noche o el domingo por la tarde si es invierno y, naturalmente, si no televisan el partido correspondiente del Madrid o del Barcelona.
Mira, Beatriz -sigue Ricardo D. en el uso de la palabra-, existen los niños, los problemas de dinero, el trabajo, los trastornos de salud, las tareas domésticas acumuladas al final del día, el almuerzo familiar del domingo, las carreras del sábado en los supermercados, las comidas demasiada pesadas y demasiadas bien regadas, la mala condición física, los viajes de negocios, los empleos del tiempo incompatibles cuando los dos trabajan, la fatiga, la depresión, el sueño... Como verás... la lista de los impedimentos para amar es infinita.
Beatriz, rápida de reflejos, inquirió con celeridad: ¿Y tú que recomiendas en tu consulta a las parejas que tienen problemas?
Ricardo D. volvió a saborear otro trago del buen vino que sirven en la Dehesa, antes de responder de tal guisa: "Que se lo tomen con calma. Que sean imaginativos y que procuren en muchos momentos reírse de ellos mismos. Y en esa disposición, que es fundamental, hasta puedo recomendarles algo... Eso sí, Beatriz, espero no molestarte si te digo que en la cama mandáis vosotras, las mujeres...; que ni siquiera en lecho ajeno, los hombres dejan de estar expuestos a la intemperie".
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