Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Los radicalismos ya no son posibles

Desde ayer por la tarde, tras proponer el Rey a Pedro Sánchez como candidato a ser investido presidente del Gobierno, las conversaciones políticas priman por encima de las futbolísticas y aun han superado a las habidas hasta ahora sobre la corrupción. Lo cual evidencia el enorme interés con que los ciudadanos están viviendo un momento crucial de la vida política española. Un mes ha solicitado PS para convertir en realidad los acuerdos que le lleven en volandas a La Moncloa.

¿Lo conseguirá? Es la pregunta que flota en el ambiente y propicia distintos pareceres en tertulias de sitios recreativos, bares, terrazas y sobremesas, no exentas de discusiones, discrepancias y polémicas. En ocasiones, las diferencias de opiniones  amenazan con enfrentamientos indeseados y es entonces cuando alguien dice la palabra justa para que la exaltación reinante comience a decaer como mandan los cánones de la buena educación democrática.

Las mayores discrepancias se producen en cuanto se menciona a Pablo Iglesias. Es cuando los reunidos hablan a la vez, atropelladamente y a voz en cuello, y cada uno convencido de que ésta en posesión de la verdad. Escena que nos indica que el principal dirigente de Podemos suscita, a partes iguales, interés y simpatía, y hasta da repelús. Si fuera un torero, incluso en esta epoca de tanta aversión a la llamada Fiesta Nacional, tengo la certeza de que PI pondría el cartel de no hay billetes en todas las plazas.

Pablo Iglesias me recuerda, en la desconfianza que viene generando y en la habilidad mostrada para cabrear a una gran mayoría de españoles, al Alfonso Guerra de finales de lo setenta y todos los ochenta del siglo pasado. Cuando lo tildaban de personaje endemoniado y de ser un resentido amamantado por las últimas reliquias del comunismo. Eso sí, nada tienen ambos de semejanza en lo físico. Por razones que están a la vista. Pero sí en comportamiento. Con lo cual esa parte de nuestra historia democrática se está remedando.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, ante la oportunidad que les ha concedido Mariano Rajoy para que puedan acceder a pactar y hasta estrellarse en el intento, no lo tienen fácil. De ningún modo. A no ser que hayan leído a Cánovas como para saber que la política es el arte del compromiso. Es el arte de la realidad. Es el arte de transigir y, naturalmente, que no existe la posibilidad de gobernar en coalición sin transacciones lícitas, justas, honradas y tan inteligentes como para que salga ganando España y los españoles.

Para eso, ambos dirigentes han de ser conscientes de que, por encima de todo, deben anteponer los fines -bien público- a los cargos. Ahí está el quid de la cuestión. Porque los radicalismos ya no son posibles en los tiempos actuales.



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