Jugar peor que lo ha hecho el Madrid en Málaga es imposible. Cierto es que Zidane, con sus absurdas decisiones, hizo posible que su equipo se estrellara contra el escollo de la Rosaleda. Las dificultades rocosas opuestas por los malagueños al juego triste, deslavazado e insípido de los madridistas, las formaban Camacho y Recio: dos briosos y disciplinados futbolistas, a cuyos costados se sumaban Juanpin, Horta y Cop. Los dos primeros tuvieron oportunidades clarísimas para marcar antes de cumplirse la primera media hora de partido. Gracias a que marraron ambas ocasiones y a que Keylor Navas estuvo incomensurable, los madridistas llegaron al descanso ganando por un cabezazo de Ronaldo en fuera de juego. Y hasta pudo el portugués conseguir el segundo si Kameni no le hubiera parado el penalti.
Zidane debió darse cuenta de que la victoria momentánea de su equipo no estaba acorde con el juego desarrollado por los suyos. Que había sido malo de solemnidad. Ya que el medio campo no lograba imponerse al de los malacitanos que no cejaban en su empeño de hacernos ver lo buen portero que es el costarricense Navas. Máxime cuando Ramos con sus cesiones erróneas parecía estar aliado con los locales. Aliado con los locales estuvo Isco todo el tiempo que anduvo en el campo. Pero el entrenador del Madrid no veía lo que estaba pasando.
Lesionado Benzema, Zidane situó a Isco de delantero centro flotante o falso, elijan ustedes el sobrenombre deseado. Imagino que se trataba de dejar a los centrales del equipo local, Weligton y Albentosa, corpulentos ambos, sin referencia y convertir al figurón (!) de Arroyo de la Miel (Málaga) en delantero libre de marcaje y con la misión de ayudar a sus compañeros de medio campo. ¡Que si quiere arroz, Catalina! Puesto que el ínclito Isco, tras un comienzo prometedor, no hizo nada de nada, sino quedarse de mirón o corriendo a destiempo para dar el pego de futbolista sacrificado.
Menos mal que Kroos fue animando tanto a Modric como a Kovacic. Ya que ambos parecían estar en Babia y eran presas fáciles de Camacho y Recio. A semejante desastre se sumaba el horrible partido que protagonizaba Jesé. Quien parecía haber gastado toda su fuerza y su talento poniendo como chupa de dómine a Benítez la semana pasada. O sea, que el canario había dilapidado sus energías por la boca. Mala cosa en un jugador joven y que aún no ha hecho más que cositas.
En la segunda parte, el gol del Málaga se veía venir. Los avisos eran yan frecuentes y también era claro que el Madrid jugaba con dos hombres menos: Isco y Jesé. De modo que se daban dos circunstancias adversas: ni el Madrid molestaba a Kameni ni tampoco mostraba firmeza en defensa. En suma, que el conjunto merengue no daba pie con bola en ningún sentido. Daba grima verlo. Sin cohesión entre sus líneas y mostrándose sus jugadores incapaces de prestarse ayudas, ayudas permanentes, coberturas y demás principios básicos en el sistema táctico.
Zidane recurrió a los cambios muy tarde. Por lo que mi Lucas Vázquez ni James tuvieron tiempo suficiente para enmendarles la plana a los compañeros sustituidos. A partir de ahí todo fue un querer y no poder de los jugadores del Madrid. Carentes de todo: de ideas claras, de sentido táctico, de recursos y, naturalmente, de condición física. El único que mantenía el tipo era Navas. Éste, en temporada tan aciaga, está siendo capaz de rayar a gran altura.
El entrenador del Madrid, Zinedine Zidane, sigue convencido de que entrenar al Madrid consiste en darse abrazos con los futbolistas, repartir mimos y caricias y decirles que jueguen como ellos saben. Más o menos la forma de dirigir implantada por Luis Molowny, en los años de Maricastaña, cuando la directiva destituía al entrenador y reclamaba al técnico canario. Así que a la temporada siguiente tenían los directivos que salir a la búsqueda de otro entrenador con autoridad suficiente para que metiera en vereda a los componentes de la plantilla.
El Madrid ha perdido las pocas oportunidades que le quedaban para ganar la Liga.Y, jugando así, mucho me temo que en la Champions League, después de eliminar al Roma, cualquier rival sea capaz de darle matarile al mejor equipo del mundo. De momento, los madridistas debemos encomendarnos a todos los santos para que el Atlético de Madrid no aproveche la situación reinante y siga hurgando en la herida. El Madrid de Zidane navega a la deriva.
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