De Virginia Wolf, escritora británica, amén de feminista de altos vuelos, conservo yo un lúcido ensayo desde hace muchos años en el cual nos hacía ver las razones por las que en el campo de las letras apenas han existido auténticos genios femeninos. Y lo sintetizaba de tal guisa:
La mujer ha estado conceptuada en tan poco que no ha dispuesto de una habitación para sí misma y, de esta forma, ha carecido de intimidad y aun de la posibilidad de reflexionar, seguramente porque se la consideraba un ser incapaz de reflexión. Durante siglos la mujer ha sido relegada a la cocina y entre esto y limpiar sobre limpio se han ido muchas horas -todas las horas-, durante generaciones, de mujeres inteligentes e imaginativas cuyas únicas ocupaciones bien vistas eran sus "sus labores".
A comienzos de 1900 la situación de la mujer era prácticamente ajena al mundo del trabajo y de la educación. En 1900 el analfabetismo femenino era muy superior al masculino, situándose en el 71 por 100; tan sólo había una mujer en la Universidad y apenas cuatro decenas cursando los estudios de Bachillerato en España.
Al margen de lo dicho, conviene recordar que hasta hace nada las mujeres no podían sacarse el pasaporte, abrir una cuenta corriente ni trabajar sin la autorización del marido. Y se exponían ir a la cárcel si cometían adulterio o abandonaban el hogar: En verdad eran prisioneras, cautivas, más que menores de edad. Así que sobra decir que la política era solo cosa de varones.
La política es un juego. Ahora bien los hombres aman el juego y saben jugar mejor que las mujeres porque lo vienen haciendo toda la vida. Eso sí, a medida que la liberación de las mujeres se ha ido produciendo, como no podía ser de otra manera, las mujeres van jugando cada vez mejor. Lo que ha hecho posible que haya aumentado su participación política.
Y, además, con el beneplácito de los hombres. Y es que los hombres están de acuerdo en pensar que, sin las mujeres, el mundo no sería más que un caos. Porque ya no se les niega la voluntad y el valor que atesoran; ni mucho menos se les puede rebatir el olfato, sutileza y ese sexto sentido que nos hacen creer que son un poco brujas. Y qué decir de la resistencia física: pues que logró acabar con el viejo mito de las Damas de las Camelias.
Dicho lo cual, y sin pérdida de tiempo, debo decir lo siguiente: "No hay peor machismo que darle la razón a una mujer cuando no la lleva". Es el caso de Carolina Bescansa. La diputada de Podemos que acudió al Congreso con su bebé. Ya habrá tiempo para argumentar su manera de poner el mingo a cualquier precio.
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