Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Se va un año desolador

Cuando queda nada y menos -dos horas- para despedir un año que se ha ganado con creces el derecho a pasar a nuestra Historia como uno de los más tristes desde hace casi tres décadas, seguramente muchos brindarán por él con Moët Chandon y hasta gritarán tres ¡hurras! por lo bien que les ha ido mientras innumerables familias de un mediano pasar ingresaron en la cofradía de la escasez por sistema. Y es que actualmente los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Hasta el punto de que ha vuelto la diferencia de clase y semblante, por indumentaria, por gesto o marginación. Algo que parecía ya cosa de otra época.

2015, año que está tocando a su fin, acabará estigmatizado como epítome de lo mal que lo han venido haciendo los políticos desde hace muchos años. Han sido ellos los que han logrado reavivar la cizaña entre los ciudadanos de toda clase social y política.  No sólo con los recortes económicos, pensados únicamente para causar sufrimiento a las clases medias y, por tanto, tan injustos como impopulares, sino también por haber sido permisivos con la corrupción. La cosa data de lejos. Verbigracia: "el caso" de los Pujol.

Gobernantes consentidores en exceso con los ladrones y sin embargo empleando la dureza extrema con quienes eran desalojados de sus casas por no poder pagar a los bancos al no tener ni siquiera para poner la olla diaria. Los desahucios televisados desataron la ira ciudadana e incluso ablandaron corazones que ya parecían endurecidos de por vida. Así que las calles fueron invadidas, en señal de protesta, por gente buena y por la que deseaba abrirse camino en la política activa. Rebelión necesaria en momentos así. No confundir con revolución.

De esa rebelión nació Podemos, cuyos dirigentes han conseguido, gracias a los errores de los gobernantes, convertirse en una fuerza política que, junto a Ciudadanos, ha logrado que  España sea un país casi ingobernable. Y algo más: Podemos ha sembrado las dudas entre españoles. De un lado están los misoneístas -los que tienen aversión hacia las novedades-, y de otro, claro es, los que claman porque cambie todo sin percatarse de que hasta los más furibundos evolucionistas terminan luego siendo los más acérrimos burócratas y mayores defensores de un Estado voluminoso.

Estamos viviendo, pues, unos momentos tan delicados como apasionantes. Por no decir peligrosos. Ya que las bases de Podemos están nutridas de comunistas e independentistas y también de individuos que han crecido adoctrinados por ideas interesadas. Los movimientos de extrema izquierda suelen aprovecharse del maltrato recibido por las clases medias para hacer proselitismo.

El Partido Popular está pasando por un mal trance en todos los sentidos. Porque las urnas lo han hecho un ganador que necesita ayuda para gobernar. Y Mariano Rajoy parece ser que no es del gusto ni de Pedro Sánchez, ni de Pablo Iglesias ni de nadie. Por otra parte, Iglesias sabe perfectamente que estar en la oposición desgasta y que un pacto con los socialistas, además de permitirle acceder al poder de verdad, sería el mejor aval para darse pote de socialdemócrata y quién sabe si en el empeño no encuentra su sitio soñado. Ahora bien, el principal dirigente de Podemos tiene un problema -que no es moco de pavo-:  las bases que sustentan el poder de Podemos no son de fiar.

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