Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 29 de diciembre de 2015

Miscelánea

Emilio Lamorena. Mi primer recuerdo de él data de los años setenta, en el Hotel Puertobahía de El Puerto de Santa María, donde ambos coincidimos. Él estaba allí alojado como directivo de la Agrupación Deportiva Ceuta, y yo como entrenador del Racing Club Portuense. Equipos que al día siguiente jugaban en el José del Cuvillo. Emilio me dijo que ardía en deseos de conocerme. No en vano le habían hablado mucho de mí,  y no siempre bien. Estuvimos conversando hasta las tantas de un sábado que invitaba a pasear por la playa de Valdelagrana. Tomamos una copa en casa de El Neno -más conocido como el marqués de Pezagua- y  el arte de éste nos hizo disfrutar de lo lindo. Cuando llegué yo a Ceuta, dos años más tarde, le dimos vida a nuestra amistad. La que hemos mantenido hasta ahora. Por encima de ideas distintas y de amistades diferentes. Emilio, como es costumbre en él, desde hace más de tres décadas, no deja de llamarme en estas fiestas. Y a mí me me emociona oírle.

Jesús Bea, Suso. Nacido en Portonovo (Pontevedra). Futbolista. Jugó en el Orense, Pontevedra, Sevilla, Alavés, Lorca y  Agrupación Deportiva Ceuta. En el verano de 1982, me dijeron que Bea estaba en condiciones de fichar por el Ceuta y a mí me faltó tiempo para decir que cuanto antes lo hiciera mejor. Y logré hacerme con los servicios de un jugador extraordinario y tuve la suerte de conocer a un tipo excelente en todos los sentidos. Fue la prolongación de mis ideas en el campo. Marcó doce goles, siendo defensa, y jamás me faltó su comprensión en momentos concretos. Ayer me llamó por teléfono y nos lo pasamos bomba recordando aquellos momentos inolvidables compartidos hace treinta y tres años. Por cierto, Rosa, la mujer de Suso Bea, me dijo que no se cansa de airear en su tierra lo bonita que es Ceuta, y el buen trato que recibió de su gente. Y a mí me encanta reseñarlo.

Pablo Iglesias. Amparado en una calidad comunicativa insólita en un político profesional, y de la que él mismo quedó convencido cuando percibió el primer revuelo y la emoción que despertaron sus primeras palabras ante las cámaras, ha alcanzado su máxima fuerza. Ahora bien, la facilidad de su encumbramiento, debido a una crisis económica dispuesta contra la clase media y los pobres y a una corrupción desatada, no debe confundirlo. Capaz de rendir voluntades, la palabra, sin embargo, nunca basta para destruir obstáculos, es preciso también el poder, y hasta la fuerza. Y no creo que Podemos esté sobrado de ninguno de ellos. Es más, creo que bastaría la formación de un gobierno decidido a mejorar las condiciones de vida de los españoles más necesitados para que Podemos empezara a perder fuelle.

Juan Vivas. Ya he perdido la cuenta de los años que lleva siendo alcalde. Y aunque nuestras relaciones se han visto siempre erosionadas, quizá porque nuestra forma de ser es proclive a los desencuentros, no tengo el menor empacho en decir que por más que avizoro no veo a nadie capacitado para sustituirlo. Sí, ya sé que lo dicho no será del agrado de mucha gente; pero así lo creo y, por tanto, no dudo en propagarlo. Eso sí, aprovecho estas fiestas para decirle que procure no repetir los mismos errores a partir de ahora.





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