Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Mirando hacia atrás: Amores y Almenara

Francisco Amores 'Curro'. Una entrevista hecha por él en ABC Andalucía era anhelada por quienes querían darse a conocer o bien por los que deseaban aumentar la popularidad ya obtenida.  Amores era todo un personaje y, claro, despertaba envidias e inquinas a partes iguales.

Antonio Burgos -en la necrológica que le dedicó cuando lo suyo- nos decía que Amores había sido el primer periodista de Sevilla con coche propio y que, además, le gustaba llegar a la redacción y poner encima de la mesa un fajo de billetes de mil pesetas. De manera que hubo alguien  que se vengó de semejante ostentación haciéndole versos y parodias de sus entrevistas y de sus carretillas.

La primera vez que yo hablé con Amores fue en el verano de 1982. Y recuerdo que no hubo el menor atisbo de que fuera a florecer la amistad entre nosotros. Sin embargo, como quien no quiere la cosa, fuimos conociéndonos y hasta llegamos a buscarnos muchas veces para criticar cuanto hubiera que criticar. Los dos estábamos lejos de pensar que yo iba a terminar escribiendo en periódicos.

Eso sí, la primera entrevista que yo decidí hacer, cuando ya colaboraba en El Faro, se la propuse a Curro, y aceptó. Así que nos sentamos en la terraza de la Cafetería Hollywood, ante la mirada irónica de Pepe Royuela y aguantando las guasas que a éste se le ocurrían. A partir de ese momento,  Curro me distinguió con su amistad y me vaticinó algo que se ha cumplido.

Vicente Almenara (periodista) Director del Diario de Ceuta. Con él conversaba yo todos los días en  tertulia muy concurrida en los años ochenta. Almenara fue denunciado por un artículo que escribió acerca de los funcionarios de esta ciudad y el juez de turno, sin pensárselo dos veces, lo envió a la cárcel. Cárcel a la que yo iba diariamente a visitarlo. Vicente, a medida que pasaban los días sin salir de los Rosales, se iba viniendo abajo a paso de legionario.

Mi amistad  con el entonces director de la prisión, Miguel Villalón, me sirvió para ayudar a Vicente en la medida de mis posibilidades. Vicente no dudó en una de mis visitas a los Rosales ponerme al tanto del motivo por el cual se atrevió a escribir lo que escribió sobre los funcionarios. Y mencionó los nombres de quienes fueron los verdaderos hacedores de aquel parecer que él firmó por la confianza que tenía depositada en ellos.

Almenara, tras pasar por tan mal trance, en cuanto le fue posible, que fue muy pronto, no dudó en abandonar la ciudad. Y nunca más le he visto yo por aquí.

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