Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Mirando hacia atrás

Año 1976. Estaba yo como espectador de un Portuense-Mérida en el José del Cuvillo cuando se acercó a mí un tipo alto, fornido, de tez morena y mirada tan inquieta como penetrante. Tras darse a conocer como directivo del equipo visitante, fue al grano: "Vengo a ofrecerle el cargo de entrenador". El equipo emeritense iba ya perdiendo por tres goles y además era el último clasificado del grupo de aquella Segunda División B.

José Fouto Carvajal mandaba más que el presidente y, por tanto, se podía permitir el lujo de ser él quien decidiera que había llegado la hora de buscarle nuevo entrenador a un equipo cuya plantilla se componía de jugadores que estaban ya en el tramo final de su carrera. Algunos de ellos, conviene decirlo, eran veteranos tan ilustres como Luciano Sánchez 'Vavá', Boni, Marín, Chacón, Sáez, y otros más.

En aquel momento  no entraba en mis planes entrenar y mucho menos hacerlo con un equipo que parecía estar ya condenado al averno del descenso. Y, aunque a mí me agradaba sobremanera correr esos riesgos, pensé que afrontar ese reto era todo un desafío innecesario. Pero Fouto Carvajal, con su juventud y su carácter especial, logró convencerme tocando las teclas apropiadas y tirando de talonario. La verdad sea dicha.

Llegué a Mérida al día siguiente y me alojé en el Emperatriz: hotel situado en la plaza de España. Pero lo que menos esperaba yo era encontrarme en la sala de estar del establecimiento con el entrenador saliente. Ex jugador del Sevilla y Recreativo de Huelva, y entrenador de enorme prestigio, por sus conocimientos y recia personalidad, Santiago Núñez era ya un hombre acabado. Sin recursos. Defraudado por las circunstancias negativas y por la edad. Y sobre todo su lenguaje corporal delataba que ni siquiera deseaba mantenerse en pie. Que es la única verdad absoluta que existe en esta vida.

Hablando con él entendí perfectamente que hay situaciones por las que no debería pasar nadie. Y menos un profesional de su talla. Lejos quedaban ya sus triunfos en el Córdoba, Cádíz, España de Tánger, etcetera. Así que me hice a la idea de estar ante el Núñez que ponía el grito en el cielo desde el banquillo cuando veía actuaciones de futbolistas que le desagradaban. Traté de recordarlo paseando por la plaza de San Juan de Dios gaditana o las Tendillas cordobesa, vestido con el terno apropiado y caminando telendo. Pero la triste realidad se terminó imponiendo a mis deseos.

Santiago Nuñez y yo hablamos el tiempo necesario. Y pese a que estaba pasando por tan mal trance, sacó a relucir su saber estar y hasta se permitió el lujo de regalarme el oído... Me estrechó la mano como en sus mejores tiempos; pues Núñez daba la mano casi como lo hacía nuestro Serafín Becerra. Y me deseó toda la suerte del mundo contra el Badajoz. Equipo que ocupaba el primer puesto de la tabla. Así que comencé ganando y logré salvar al Mérida del descenso. Aunque lo que nunca he olvidado ha sido la imagen de aquel entrenador sustituido por mí. Y me ha servido muchsímo mantener ese recuerdo. Claro que sí.





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