Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Chivatos en el banquillo y Víctor Fernández

En varias ocasiones he escrito sobre la soledad del entrenador de fútbol. Debido a que lo he sido durante 19 temporadas. Así que soy perito en la materia. Pero por más que se escriba al respecto nunca será suficiente para que la gente se haga a la idea del aislamiento en la que vive un técnico. Aunque desde hace ya mucho tiempo se encuentre protegido por los componentes de su equipo de trabajo.

Los entrenadores tienen asumido el peligro de verse zarandeados por unos y otros como el viento zarandea a la flor del vilano. Es la comparación que se me ocurre cada vez que decido afrontar un tema que condiciona la forma de ser de tales profesionales. Y por más que los haya que ganan mucho dinero, grandes cantidades de dinero, y sean ya ricos como Creso, que nadie dude de que esa soledad persiste y es tan agobiante como para que los entrenadores sigan sufriendo los trastornos que ocasiona el banquillo.

Ser entrenador del Madrid es la máxima aspiración de todo entrenador. Por más que haya estado ya en varios de los mejores clubes del mundo. Es un logro inaudito. El no va más que lleva aparejada una presión tan apasionante como capaz de cambiarle el carácter aun a la persona nacida con nervios de acero y templanza a prueba de los mayores embates.

Válgame tan largo introito para referirme a Rafa Benítez, porque creo que es el mejor ejemplo que puedo poner en estos momentos cuando, tras la derrota del Madrid en Sevilla, han comenzado a zurrarle la badana desde todos los ángulos. Algo que era de esperar. Pues el Madrid está hecho para no perder nunca.

No obstante, lo que nadie se esperaba es que los jugadores que estaban en el banquillo fueran los primeros en traicionar a su técnico. Contándoles a sus compañeros cómo Benítez los ponía como chupa de dómine desde la banda, cuando fallaban o incumplían sus cometidos en el Sánchez Pizjuán. Bueno, he dicho que ese mal comportamiento de los futbolistas no lo esperaba nadie, miento; los profesionales de la cosa sí sabemos que eso ha ocurrido siempre y seguirá sucediendo.

Lo que sí me extraña es que Benítez, curtido en mil batallas, no se hubiera anticipado a este problema el primer día que se dirigió a los integrantes de la plantilla. Haciéndoles ver que un entrenador puede lamentarse de muchas acciones del juego y hasta recurrir a las consabidas imprecaciones que sirven como válvula de escape a tanta tensión acumulada durante el tiempo de juego.

Es más, necesario es advertir a los jugadores de que no hagan caso jamás de los comentarios malévolos que pudieran hacer algunos compañeros del banquillo. Sobre todo, y lo que voy a decir es harto conocido por los profesionales del fútbol, porque los jugadores cuando fallan o no están cumpliendo con la misión asignada, suelen mirar hacia su entrenador y saben perfectamente si está jurando en arameo. De estas escenas podría hacerse un tratado.

En fin, que la campaña contra Rafa Benítez ya ha empezado, y lo relacionado con los chivatos del banquillo es una anécdota que el entrenador debe cortar por lo sano. Lo peor es que ya hay una idea concebida.  De la que escribí hace nada. Si bien no me importa repetirme. Pues siempre me ha gustado más adelantarme a los acontecimientos, acción siempre peligrosa, que torear a toro pasado.

Me explico: en cuanto el Madrid sufra otra derrota como la de Sevilla, hay heraldos dispuestos a cantar las excelencias del sustituto de Bénitez. Ejerce de director técnico de la "cantera" en la Ciudad Deportiva y se llama Víctor Fernández. El cual cuenta con el beneplácito de la prensa madrileña, y, por supuesto, con la venia de Florentino Pérez. Quien nunca se ha cortado lo más mínimo en decir que es un tipo de entrenador que da la talla para el Madrid. Eso sí, conviene decir cuanto antes que VF, desde hace años, todo lo que toca lo convierte en calderilla. Tiempo al tiempo.







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