Empresario. Escritor de periódicos. En junio pasado, y en la sección de apellidos locales, decía yo lo siguiente de él: Es una pena que hubiera dejado tan pronto de participar en la política activa. Porque está muy preparado y es, además, un excelente dialéctico. En ocasiones, le he oído calificarse de primario; esto es, que se atribuye el obrar por impulsos afectivos, sin proceder a la reflexión. A mí me parece que tampoco es totalmente así. Pues Ramón sabe más que Lepe. Lo que no es obstáculo alguno para que sea un tipo tenido por fiable en todos los sentidos. Lo cual no es poco de pavo.
Conversar con Ramón Cutillas es un placer. Cada vez que nos vemos, que son muchas menos veces de las que quisiéramos, disfrutamos de lo lindo intercambiando impresiones. Pues bien: el lunes, vamos antier, cuando paseaba yo por el centro de la ciudad, hallé a Ramón y decidimos tomar café en la terraza que teníamos más a mano. Y allí hubiésemos estado todo el tiempo del mundo de no ser porque ambos teníamos cosas que hacer. Lector exigente, pues no en vano él ha sido articulista temible en su momento, nunca se ha cansado de decir, y me consta, que me lee cada día.
Y no sólo es lector de cuanto escribo, sino que en ocasiones ha dado pruebas evidentes de apreciarme lo suficiente como para pararles los pies a esos crudos que han tratado de cambiarle sus ideas con respecto a mi modo y manera de ser. Y, como comprenderán ustedes, mi agradecimiento a RC sigue siendo muchísimo. Y,desde luego, mi afecto es de los que merecen el abrazo chillado, que decimos los andaluces. Ese que se da lanzando al mismo tiempo un ¡ay! prolongado.
Ramón Cutillas tenía muchas ganas de verme para preguntarme qué tal me va con Aires de Ceuta... Y le digo que bien. Que en este blog me permito escribir de todo cuanto me apetece. Y, como no podía ser de otra manera, sale a relucir la censura. Y a mí se me ocurre responder esto: En relación a la censura, querido Ramón, tú mejor que nadie sabes que las hay de varias clases; una puede proceder del poder; otra nace de las características políticas de la propia empresa periodística, en la que el empresario o el director imponen sus criterios y ejercen la censura... En mi caso, yo siempre he respetado las normas de los periódicos en los que he escrito, dejándome llevar por su editorial.
Ramón, tras carraspear lo justo, intervino para expresarse con su habitual maestría: "Mira, Manolo, la censura, o la prohibición, no solamente tienen lugar en el mundo periodístico, sino también mediante prohibiciones o proscripciones en el mundo artístico, o administrativo, o de la enseñanza. En España los gremios de los inquisidores son muy numerosos, y aparecen en todas las ideologías. Lo que ocurre es que lo más infame, o bochornoso, es cuando nacen los gremios de inquisidores en los sistemas políticos de las libertades o de la democracia. Entonces, a estos comportamientos hay que calificarlos como merecen, porque ya se sabe que las dictaduras políticas llevan en su propia naturaleza y en sus mecanismos, la prohibición de algo".
Tengo que confesarte, le dije a Ramón Cutillas, que yo en bastantes ocasiones he sentido necesidad de callar, porque me ha parecido que escribir no puede ser solamente un desahogo, sino tener la conciencia -por muchas razones- de lo que puede decirse y de lo que uno debe callarse.Y sigo pensando lo mismo.
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