Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 9 de octubre de 2015

Mirando hacia atrás

Alejandro Sevilla. Nuestra amistad data de hace muchos años, y no es la primera vez que lo refiero. Y también debo decir que me concedió muy pronto manga ancha para hablar con él de todo cuanto a mí se me apeteciera. En ocasiones, cuando yo no estaba dispuesto a decir ni mu, era él quien trataba de sonsacarme con su más que probada habilidad de cura. Le encantaba tantearme, meterme los dedos para saber acerca de la situación política de la Ciudad, y al final acabábamos los dos riéndonos a mandíbula batiente.

AS tuvo desde que nos conocimos plena libertad para ponerse en contacto conmigo a cualquier hora. De ahí que hace ya un montón de años recibí una llamada suya a deshoras, para pedirme que entrevistara al presidente del Tribunal de la Rota -en Sevilla-, que había venido a dar una conferencia en la UNED. Acepté su petición. Pero tuve que hacer verdaderos malabares para cumplir con el compromiso;  ya que la cita era al día siguiente, muy da mañana, y sin cuestionario adecuado para preguntarle al juez eclesiástico sobre su oficio. Afronté el reto para complacer a mi amigo.

El presidente del Tribunal de la Rota, que en esos momentos estaba gestionando la anulación del matrimonio entre Rocío Jurado y Pedro Carrasco, apareció en la sala de estar del Hotel La Muralla cuando los relojes daban la última campanada de las ocho de la mañana. Se me presentó con cara de haber pasado una noche toledana y dispuesto a cumplir el trámite de la entrevista con celeridad. Como buen sevillano, el cura tenía en mente hacer una faena de aliño. No en vano me anticipó, tras mirar su reloj, que debía coger el barco de las nueve. Como yo no sabía ni papa de cuestiones relacionadas con su cargo ni tampoco había tenido tiempo de documentarme al respecto, decidí preguntarle a ver si lo sorprendía:

-¿Es la Iglesia sabia?

Su respuesta no se hizo esperar:

-¡Claro que sí! Y lo es ¡por alcahueta, por alcahueta, por alcahueta!

A partir de ese momento, aquel hombre me abrió de par en par las puertas del almacén de sus simpatías. Y yo deduje, por el rumbo que había tomado la entrevista, que el presidente del Tribunal de la Rota estaba convencido de que yo sabía tela marinera de los asuntos eclesiásticos. Así que la entrevista fue tomando cuerpo hasta el punto de que el entrevistado estuvo en un tris de perder el barco de las nueve de la mañana, porque ardía en deseos de seguir contándome cosas.

(Nota: aprovecho la ocasión para interesarme por Alejandro Sevilla. A quien no veo hace ya mucho tiempo, ni tampoco sé de él).

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