Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 16 de octubre de 2015

La pobreza severa sigue aumentando

Hace ya un tiempo decidí no escribir más de una realidad que permanece entre nosotros como una epidemia que se ha llevado por delante a una clase media que es la que siempre ha servido de colchón muelle entre ricos y pobres. Hasta Franco, que renegaba de la política a cada paso, hablaba de la necesidad de contar con una clase media fuerte y consciente de su importancia. Tan importante como para que sus miembros supieran que un hombre sin trabajo es un cero a la izquierda. Pero, dado que todo sigue igual -o peor- mientras los políticos no cesan de mentir, sabedores de que nadie escucha, he decidido, una vez más, gritar en el desierto.

Un hombre sin trabajo se vuelve susceptible y pobre de él si tiene la mala suerte de encontrarse con una mujer que no trate de levantarle el ánimo, ya de por sí alicaído ante el calvario que supone salir todos los días a la búsqueda de un empleo y regresar al domicilio sin obtenerlo. Se ha descrito con frecuencia el desasosiego psicológico del parado. Porque más allá de la inquietud material del hombre privado de trabajo, éste entra en una fase de miedo irracional. Una angustia que puede convertirlo -yo he sido un parado- en un ser rencoroso contra todo lo que le rodea. La acritud de una persona que desea trabajar, que necesita trabajar y no encuentra acomodo, se ve a la legua. Mira a los demás como si tuvieran culpa de su desgracia.

La desgracia de quienes tienen cada día que obrar milagros para subsistir sin caer en la desesperanza. Que es un estado aun peor que la desesperación. Esa exasperación capaz de cambiar el destino de las cosas horribles e injustas. De lo contrario, a la ya reconocida pobreza severa, de la que nos llevan ya muchos días diciéndonos que reina en toda España, habrá que sumarle la tremenda desazón de los jóvenes que están perdiendo el entusiasmo por abrirse camino en una tierra que parece hecha a la medida de quienes ya ni siquiera luchan por mantenerse de pie.

Y, claro, como uno ha tenido la buena costumbre de leer a Keynes, aunque sea por encima, se acuerda de su influencia. La inmensa prosperidad europea es hija de él. Esto lo entiende cualquier criatura. Ejemplo: "Si usted tiene una fábrica de pañuelos y sus propios obreros no tienen facilidad para comprar, tarde o temprano tendrá que cerrar la fábrica, pero si va subiendo los jornales usted seguirá fabricando pañuelos indefinidamente".

El pueblo desea que los restaurantes estén abiertos para poder acceder a ellos; que los servicios vitales funcionen; que haya sitio en los autobuses y que las amas de casa no tengan que guardar cola para comprar el pan. Todo tiene un límite. Esto de que el hombre posee una resistencia ilimitada, y que se le atribuye a Plutarco, es totalmente falso y estúpido.

El nivel medio político del mundo es cada vez más bajo, pero uno cree que todavía habrá cierto sentido común, lo cual hará posible que permanezca un cierto instinto de no molestar más a los ciudadanos y de no ocasionarles más sufrimientos del que ya tienen.  Este debe ser el objetivo personal de la política mundial. De lo contrario, el mundo, con todos mis respetos, terminará yéndose a los chirlos mirlos. O sea, al carajo.




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