Han tenido que transcurrir muchos años, pero muchos, para que Juan Luis Aróstegui reconozca por escrito que "en Ceuta todo está corrupto". Afirmación, que, según él, se ha convertido prácticamente en axioma (verdad que no necesita demostración) Y remata el párrafo de esta guisa: "La ciudadanía tiene la convicción de que en nuestra Ciudad no es posible hacer nada sin contar con el correspondiente enchufe".
Aróstegui no se corta lo más mínimo en enumerar una serie de oportunidades que sólo están al alcance de las personas que puedan acceder al personaje capaz de emplear la dedocracia con fines clientelistas. He aquí ellas: "Desde la provisión de trabajo, pasando por la matriculación en un centro docente, hasta la gestión de cualquier trámite menor, siempre es necesaria una ayuda extraordinaria e ilegal, de lo contrario no hay nada que hacer".
Aróstegui, en un alarde de valor temerario, va y nos dice que en esta ciudad no hay nadie exento de responsabilidad en este asunto. O sea, en el de la corrupción. Y confiesa que todos hemos contribuido de algún modo a este desastre. Unos por acción, otros por omisión. Inmediatamente, claro está, se agarra, como no podía ser de otra manera en él, a tan socorrido atenuante: "Los grados de responsabilidad no son, evidentemente, iguales".
Mediante una excusa tan burda, nuestro arrepentido va al grano: "El horripilante caso del cobro de comisiones por la adjudicación de las viviendas de protección oficial debería ser un aldabonazo definitivo en la conciencia individual y colectiva". Y se queda tan pancho. Como si los mayores del lugar no supiéramos lo que sabemos. Y remata la faena con tal cursilería: "Se ha visualizado el límite".
A mí me parece más que bien que Juan Luis Aróstegui -valido de Juan Vivas- haya salido a la palestra pidiendo un "Pacto por la honradez". Más vale tarde que nunca. Pero conviene que sepa que la figura del arrepentido carece de buen cartel en todas las esferas de la sociedad. Vaya usted a saber los motivos. Hasta el punto de que podrían contestarle que precisamente el que dice que la política -siendo político activo- es corrupta y sucia efectivamente la convierte en corrupción generalizada.
Y vayamos con el turno de preguntas: ¿Puede decirnos el señor Aróstegui si alguna vez, o muchas veces, él colocó a dedo a empleados en el Ayuntamiento, mediante faxes?. ¿Sería capaz nuestro político arrepentido de asegurarnos que jamás hizo valer su autoridad municipal, sindical o la de director de un Centro de Educación Secundaria, para ejercer su parte alicuota de nepotismo? ¿Sería capaz el principal dirigente de Caballas de jurarnos que jamás atentó contra nadie, por el mero hecho de que no le bailara el agua, haciendo posible que ese nadie perdiera su empleo?
En fin, el señor Aróstegui, con su grito desgarrado de arrepentido, que nunca viene mal, dicho sea de paso, nos pone a huevo el cierre de este escrito: Si los políticos honrados se quitan de en medio cuando cae sobre ellos la más mínima sospecha, cómo es posible que los haya aferrados a sus cargos por el mero hecho de contarnos el cuento del alfajor...
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