Tratará de personajes con los que mantuve relaciones de trabajo o amistad. Y que irán apareciendo de manera espaciada. Comenzaré escribiendo sobre Juan Luis Bandrés: empresario asesinado en Algeciras. En diciembre de 1988.
Corría el verano de 1974, y estando yo alojado en el Hotel Alarde de Algeciras, por haber sido contratado como entrenador del primer equipo de fútbol de la ciudad, el director me habló de La Cazuela: restaurante regentado por una familia que había llegado a la ciudad, veinte años atrás, desde San Sebastián. Y allá que nos fuimos los dos a degustar los celebrados platos del local. Y allí conocí a Juan Luis Bandrés: hijo de los propietarios.
Juan Luis Bandrés no tenía que hacer el menor esfuerzo para caer bien a las primeras de cambio. Era simpático por naturaleza. Y se notaba, a la legua, lo mucho que le gustaba participar en corrillos en los que se hablara de todo lo habido y por haber. De fútbol, de toros, de negocios, de la Biblia en verso. Aquel día, de un agosto caluroso, a Juan Luis, veinteañero él, se le ocurrió pedirme un favor:
-Mister, tengo interés en viajar con la expedición del Algeciras a Tánger.
En Tánger, el Algeciras, tres días más tarde, iba a participar en un torneo triangular en el cual estaban anunciados el equipo local y el Stade de Reims. Y le dije que sí. Que ningún inconveniente tenía yo para que formara parte de nuestro grupo. Bandrés, alegre, locuaz, ocurrente, y con enormes ganas de vivir y de hacer cosas, fue un magnífico compañero durante la estancia en Marruecos. A partir de ahí conté con su apoyo en una ciudad donde el fútbol se vivía intensamente y las exigencias eran tantas como para hacer que la pasión aflorara a cada paso.
Mediada la temporada, tras despedirme de él, por haber aceptado yo una oferta de un equipo de superior categoría, Juan Luis anduvo siempre atento a felicitarme por cualquier resultado favorable de mi nuevo equipo. Pero fue en Ceuta, en 1982, cuando ya Bandrés había conseguido revelarse cual gran empresario y también como destacado ganadero de reses bravas, teniendo como socio en ambas empresas a Vicente Sayalero, donde volvimos a encontrarnos en el Rincón del Hotel Las Muralla. Aquel día, como muchos otros, había llegado a Ceuta para mantener la reunión correspondiente con el delegado del Gobierno, por ser Juan Luis director general de la naviera ISNASA. Y ante la extrañeza de todos los contertulios del célebre rincón, mostró todo su afecto hacia mí.
Manolo Peláez, a la sazón delegado del Gobierno, me dijo, en un momento determinado, que Bandrés le había hablado mucho y bien de mí. Es más lo puso al tanto de que estaba dispuesto a que yo aceptara un empleo a la vera suya. Ofrecimiento que me hizo poco tiempo después. Y, tras meditar la propuesta, le dije que no. Y aún no sé por qué no acepté su más que interesante propuesta.
Tras la muerte de Francisco Rivera "Paquirri" en Pozoblanco, corneado por el toro Avispado, perteneciente a la ganadería de Sayalero-Bandrés, se anunció una corrida en El Puerto de Santa María con toros de la misma divisa, y Juan Luis me dijo si me era posible hacer de cicerone de Manolo Peláez, Manolo de Castro, y de otros amigos de Ceuta. Le contesté que sí. Pero puse la siguiente condición: de las entradas me encargo yo. Entre que sí y que no... prevaleció mi voluntad. Así que obtuve, gracias a mi paisano Juan Martín, gerente de la plaza Real del Puerto, unas contrabarreras extraordinarias. Y en ellas, José Luis Galloso, torero de moda y de la tierra, por indicación del ganadero, colocó su capote de paseo.
Al director general de ISNASA lo mató a tiros un pistolero de La Línea de la Concepción -en diciembre de 1988-, apellidado Cózar, y yo le hice una columna al asesinato de Juan Luis Bandrés, mi amigo. Alguien me denunció. El juez que tenía que decidir al respecto, dijo que no había lugar a la denuncia.
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