En cualquier conversación salía a relucir que en Ceuta las calles olían a perros muertos. Y que sólo se limpiaba los centros neurálgicos de ella. Los barrenderos se hacían notar en la calle Independencia y en lugares donde cualquier personaje de la ciudad exigiera que su parcela se atendiera en consonancia con su categoría de cristiano viejo.
La empresa Urbaser trataba por todos los medios de salir airosa de un trance que tenía difícil solución: si pagaba mordidas no tenía más remedio que reducir barrenderos y útiles de limpieza. Y si se negaba a cumplir los deseos de los "sobrecogedores", que no son pocos y están siempre dispuestos a llenarse los bolsillos de euros, estaba abocada a sufrir las críticas acerbas de quienes saben perfectamente que la basura proporciona pingües beneficios.
Urbaser salió de esta ciudad con el rabo entre las piernas. Sometida la empresa a juicios temerarios y teniendo que soportar innumerables habladurías de políticos, con el fin de hacernos ver que su rendimiento como empresa de la limpieza viaria había sido un fiasco. Aún no se me ha olvidado el asunto de los camiones... Menos mal que a nadie se le ocurrió decir que los pagos habían sido en diferido.
Pues bien, cuando TRACE apenas ha cumplido año y medio limpiando la ciudad, no sólo se ha vituperado su quehacer, con saña, sino que además parece ser que un mensajero ha viajado a Madrid para dorarles la píldora a los dirigentes de Urbaser. Para convencerles de que vuelvan a apostar por hacerse con la concesión de la limpieza viaria de esta tierra.
El mensajero parece ser que ha sido un personaje a quien el presidente le debe tantos favores como para permitirle que pueda hacer su agosto durante los años que él siga sentado en la poltrona. Y aunque a mí me importa un bledo y parte del otro que el Fulano -que ha ido a Madrid- trate de llevárselo calentito, no tengo más remedio que correr la voz de lo ocurrido. Por si a alguien le puede interesar.
A quien más les puede interesar lo que digo es, sin duda, a los dirigentes de TRACE. Que a partir de este momento, por si acaso, deberían aguzar los ojos. No vaya a ser que les pase lo que a los maridos engañados: que siempre suelen enterarse del problema cuando ya lo sabe medio mundo y parte del otro. Quien avisa, según reza el dicho, no es traidor.
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