Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Gafes

Mi amigo Pepe Jiménez 'Bigote', que en paz descanse, cada vez que se hablaba de gafes solía extender los dedos índices y meñiques de las manos. Y cuando yo le preguntaba por qué hacía semejantes gestos, respondía que, aunque él no creía en gafes, sí consideraba prudente echar mano de la conjura habitual. De modo que le haré caso. Mi amigo, lector empedernido del periódico ABC desde que tuvo uso de razón, era devoto fiel de las columnas de Jaime Campmany. Demostración palpable de estar en posesión de muy buen gusto. Ya que las columnas del maestro murciano daban siempre motivos para la risa y, por tanto, para levantarle la moral a cualquier pobre de espíritu. Que no era el caso de mi amigo Bigote.

Campmany tenía bien ganada fama de descubrir un gafe a mucha distancia. Conocimiento que achacaba a las buenas relaciones que había tenido en Italia, durante el tiempo que vivió en Roma, con el profesor Occhipinti; especialista consumado en gafes, cenizos, manzanillos y otras especies de las cuales hay que cuidarse muchísimo. Ya que son portadores de tan mala fortuna como para que disfruten de la condición de gafados de alto nivel.

Yo he conocido a muchas personas que han preferido ser tachadas de cualquier cosa, por más que no fuera de buen gusto, antes que saberse incluidas en la cofradía de los que tienen mal bajío. Fue sonado el mal momento que vivió Luis Yáñez, político socialista, cuando la majestuosa pluma de Campmany lo destacó como "el gafe de la Bética", cuya simple presencia era causa inexorable de naufragios, apagones y toda clase de catástrofes. Y qué decir de Leopoldo Calvo Sotelo que, al tomar posesión de su cargo, desencadenó un golpe de Estado...

En Ceuta, hace ya bastante tiempo, hubo un concejal de Festejos a quien todos los actos acababan yéndosele a la deriva. Cuando no llovía, venteaba o se reventaba el acontecimiento por causas impensables. Era un tío gafe. Pero gafe, ¿eh? Sin embargo, su cenizo solía cebarse en los demás. En todos los que ansiaban el comienzo de los festejos para divertirse. Así que cuando fue destituido de su cargo dejó de llover y de tronar los días claves y la gente volvió a divertirse de lo lindo en fiestas y saraos varios.

Yo crecí sin creer en gafes. Pero con el paso del tiempo, les aseguro que  ciertos hechos me han demostrado que haberlos los hay. Tipos con mala suerte para los demás y que como te cojan dentro de su radio de acción no levantas cabeza en toda tu vida. Días atrás, debido a ciertos problemas que he venido arrastrando, me dio por pensar detenidamente con quién había tratado yo otra vez con fama de manzanillo. Que es el peor gafe con que uno se puede topar.

Manzanillo es un árbol euroforbiáceo de América del Sur que es tan venenoso que, según los indigenas, la permanencia a la sombra del árbol basta para envenenarse. En España existe un fruto similar, especie de tomatillo. En fin, que cavilando, cavilando y cavilando al respecto de por qué llevo varios meses con el miedo subido de tono por cuanto está sucediendo a mi alrededor, he caído en la cuenta de dónde está el quid de la cuestión de mi canguelo. Pero metería la pata si mencionara al autor de mis desgracias. Así que he decidido encomendarme a todos los santos. Por si alguno es especialista en evitar el maleficio.




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