Estamos viviendo el verano más caluroso de los últimos 40 años. Y no hace falta que lo proclamen los expertos en Meteorología. Agosto está tocando a su fin, pero las temperaturas siguen siendo altas. Tan altas como para que las gentes hubieran ya dado muestras evidentes de irritación y hubiesen salido a la calle gritando lo que haya que gritar y contra quien haya que hacerlo. No hay que olvidar que las revoluciones están hechas para los veranos.
Este verano, sin embargo, las calles han estado tomadas por el sol y desiertas de ciudadanos aireando sus desgracias: falta de trabajo, trabajos temporales y mal pagados y odio hacia los políticos que se lo han estado llevando calentito mientras muchísimos españoles, muchísimos, las pasaban -y las siguen pasando- canutas. Semejante tranquilidad se debe a que los muchachos de Podemos se convirtieron en partido político, o sea, en casta, y dejaron de frecuentar la calle. Toda una trastada para los periodistas y un relajo para el Gobierno de la nación.
Los veranos han sido siempre enemigos acérrimos de quienes han de justificarse todos los días con sus artículos, en el medio correspondiente. Y es que un verano, por muy caluroso que sea, necesita de hechos capaces de conmover a los lectores. "Es doloroso, pero también cierto, que el comercio de la miseria siempre fue una actividad tan lucrativa como segura".
Las evidencias dolorosas y ciertas -el hambre donde fuere, la guerra en tal o cual rincón del mundo, las inundaciones, los terremotos- gozan de un antiguo prestigio, quizá insuflado por la idea de que nada anima tanto al hombre como comprobar que hay alguien que está aún peor y más zurrado que él. Pero este verano, tal vez porque el terrible calor ha hecho posible que el personal decidiera estar todo el día tendido a la bartola, ni siquiera se ha hablado de los parados. Que siguen siendo millones. A lo mejor porque éstos no han dicho ni mu. O tal vez, por qué no, debido a que la economía sumergida, o golfa, como la llamaba Cela, sea tan grande cual decisiva para que este agosto los carentes de empleos se hayan achantados, dejando que Mariano Rajoy viva la vida muelle que tanto le agrada.
Sea lo que fuere, uno, por corporativismo, ha tenido siempre presente, durante lo que llevamos de verano, a todos esos profesionales del artículo, diario, sabedor de que a falta de temas de los que escribir pueden llegar a pasarlo muy mal. Años atrás, no pocos, lo más socorrido era sacar a relucir el monstruo del lago Ness. Historia que era contada de mil maneras distintas y muchas de ellas con pericia y estilo inmejorable. O bien hablar de Ava Gadner... La que fue capaz de meter en el tálamo a Luis Miguel Dominguín y convertirlo, nada más mas acabar el polvo, en sujeto que iba voceando por la Gran Vía cómo se había beneficiado a la mujer de Frank Sinatra. Prueba evidente de la categoría de una estrella que a mí me rompió los esquemas de adolescente en "La condesa descalza".
En fin, hoy, transitando por el centro de la ciudad, a esa hora vaga de mediodía, me he encontrado con un conocido, con quien suelo parrafear en ocasiones, y me ha dicho que lleva mucho tiempo sin leerme nada sobre los políticos de esta ciudad. Y que bien haría en zurrarles la badana cuanto antes. Y ha rematado la faena con la siguiente revolera: "Mira, Manolo, la gente anda diciendo que tú has llegado a un acuerdo interesado con los barandas del Ayuntamiento".
Como verán ustedes, hay gentes que no se dan cuenta de que estamos viviendo un agosto sin temas que llevarnos a la pluma. Y no hacen sino ponerse en lo peor.
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