Fernando Rodríguez. Funcionario del Cuerpo Superior de Policía. Formó parte del Gabinete Técnico de Pedro González cuando éste era Delegado del Gobierno en Ceuta, gobernando el Partido Socialista. FR cumplió perfectamente con su cometido. Ingenioso, culto, agradable, buen profesional, le gustaba flirtear y galantear porque sabía que en las distancias cortas aumentaba su atractivo. Hace dos o tres días, que para el caso es lo mismo, me volví a cruzar con él en la playa de El Chorrillo y, como siempre, nos pusimos a conversar. Fernando, que lleva ya su tiempo viviendo una jubilación ganada a pulso, luce un cuerpo que para sí quisieran muchos deportistas encumbrados y un moreno de verde luna que mantiene durante todo el año. Logros obtenidos por su mucho caminar. Conservo como oro en paño el libro que un día, de hace ya varios años, tuvo a bien regalarme: "Identidades asesinas". Recomiendo que se lea.
José Francisco Ríos Claro. Empresario. Hubo tiempo en el cual nuestras relaciones fueron muy buenas. Incluso trabajé para él como hombre de su confianza en un negocio donde fluía el dinero en cantidad y, por tanto, las malas tentaciones estaban siempre a flor de piel. Lo informé de que había cosas que se estaban haciendo mal. Pero Pepe, entonces, andaba distraído en otros menesteres y no le prestaba atención a mis indicaciones. Así que acabamos discutiendo y la amistad se hizo añicos. Hace un año, más o menos, que tampoco lo sé a ciencia cierta, volvimos a dirigirnos la palabra con gran satisfacción por ambas partes. Máxime cuando Pepe dio muestras evidentes de ser lector mío. Fechas atrás, estuvimos hablando y decidimos vernos en septiembre para compartir mesa y mantel y hablar... de lo que haya lugar.
Pepe Ríos Pozo. Empresario. Socio de Juan José Zapico en negocios de mucho rendimiento económico, cuando los dineros de las empresas llegaban a los bancos en talegas prietas de billetes. Los socios, es decir, Zapico y Ríos, no tenían nada en común; tal vez por eso se llevaban a partir un piñón. A Pepe le sigo viendo, aunque sea de higos a brevas, y solemos charlar, mayormente de fútbol, porque ambos somos madridistas. Pepe Ríos, según me dijo un día, debido a sus alifafes, suele vivir entre Ceuta y otros lugares donde el clima sea más benigno. Cuando nos da por recordar tiempos pretéritos, a Pepe le invade la nostalgia. Y no creo que sea por esa época en la que quiso participar en la política directa, verdadera política con responsabilidad de partido. Pues se aburrió, o lo aburrieron, antes de empezar.
Guillermo Romero. Le conocí en el mes de junio de 1982. Era secretario técnico de la Agrupación Deportiva Ceuta. Rechoncho y de aspecto humilde, tenía muchas ganas de paliar con voluntad tan escasa preparación en su cometido. Pronto me percaté de que Romero iba a ser muy criticado por quienes lo consideraban nada válido. Así que tardé nada y menos en ponerme de su lado. Del lado de la persona más débil. Nuestra amistad floreció y, aunque con el paso de los años Guillermo estuvo militando en frentes distintos, mantuvimos muy buenas relaciones hasta que la Parca vino decididamente a por él.
José Antonio Rodríguez. Agente comercial. Y político activo durante varios años. Me lo presentaron en la ya desaparecida Cafetería Triana, allá cuando el GIL comenzaba a ganarse el fervor de los ceutíes. Y nos pusimos a charlar sin percatarnos de cuanto acontecía a nuestro alrededor. Salieron a relucir los amigos comunes y recordamos los sitios que deben conocer, por obligación, quienes frecuentan la Bahía Gaditana. Pasado el tiempo fue viceconsejero de Turismo y me pidió que viajara a Huelva para hacer un reportaje de las Fiestas Colombinas, dedicadas a Ceuta. Durante varios meses nuestra relación fue fluida y pude comprobar que José Antonio rezumaba sencillez, tenía sentido del humor y se podía hablar con él sin tapujos. Rodríguez, como vendedor profesional que era -y sigue siéndolo-, hubo de aprender bien pronto que es más fácil ser agradable que desagradable. La mejor fórmula para poder venderle una burra desdentada a un tratante de ganado. Lo cual no es moco de pavo. Nuestra amistad, debido a cuestiones de críticas políticas, cuando Rodríguez era consejero de Gobernación, fue a menos. Aunque nunca hemos dejado de saludarnos.
Antonio Rodríguez Serrano. Llegó un día a la tertulia del Hotel La Muralla y pronto se hizo el silencio. En aquel tiempo, verano de 1982, nuestro hombre era enteco y desgarbado. Jesús Cordero, en tono bajo, me lo definió en un santiamén: "Es persona de pocas palabras cuando está sobrio. Pero no hay quien lo aguante cuando le sienta mal la segunda copa". Jamás logré entenderme con Rodríguez Serrano. Quien formó con Juan Vivas, dirigiendo los destinos de la Agrupación Deportiva Ceuta, un tándem nefasto para el club.
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