Fue Fernando Quiñones, el gran escritor gaditano, quien describió a un torero portuense con esta cita de Shakespeare: "El asombro es que haya vivido tanto tiempo; no hacía más que usurpar su vida". Y a continuación se lamentaba de que en El Puerto de Santa María no tenían suerte con los toreros. Una fatalidad.
Fatalidad que se volvía a repetir con José Cañas Cañitas. Quien irrumpió en el mundo del toro deleitando a los aficionados mediante el arte de los elegidos. Despertó tanto entusiasmo su aparición en los ruedos como para hacer posible que el gran poeta portuense, José Luis Tejada Peluffo -por cierto, gran amigo de Fernando Quiñones-, lo inmortalizara con su pluma bajo el título de: "El toreo de José Cañas Bejarano, Cañitas.
José Cañas Cañitas, además de ser buen torero, era un hombre atractivo, con enorme sentido del humor y muy dado a divertirse. Noctívago, empedernido, cuando se metía en jarana era imposible convencerle de que toda fiesta tenía su fin. José iba casi todos los días a verme al campo de fútbol José del Cuvillo de nuestro pueblo. Y allí me decía, una y mil veces, que estaba dispuesto a cambiar. Que se iba a someter a entrenamientos conmigo... Y al día siguiente aparecía otra vez tocado de un ala.
A Cañitas le permití yo que viajara con el Portuense cada vez que él lo deseaba. Y pronto supe que sus ocurrencias sentaban muy bien a los futbolistas. Cierto es que durante los viajes y estancias en los hoteles, José se comportaba la mar de bien. Aunque no es menos cierto que donde iba siempre se hallaba con alguien con quien compartir una noche de farra y alegría. Cañitas tenía buen bajío: con él en la expedición siempre prevalecieron las victorias a las derrotas.
De José Cañas podría contar yo innumerables anécdotas. Pero he decidido referir la siguiente: un día, en vista de que estaba tieso como una mojama, a pesar de que regentaba un bar de copas, decidió que tenía que matar el toro del aguardiente en la plaza Real de El Puerto de Santa María. Todo un trago. Y lo hizo no exento de temeridad. Hasta el punto de que el animal lo golpeó en sus partes genitales y no sólo lo dejó sin aliento sino que los testículos quedaron dañados. Pero ni se miró ni se le ocurrió acceder a la enfermería.
Acabada su actuación, que había sido vibrante, se lo bebió todo... Y sabiendo él que yo estaba aquella noche en la Residencia Campomar, en el paseo de Valdelagrana, fue a verme. Así pude comprobar que el golpe en sus partes pudendas presentaba gravedad. Lo llevé en mi coche al hospital y el médico de guardia le dijo que había estado a punto de un repique... Y yo me preguntaba: ¿cómo es posible que un torero catalogado como artista y de estar escaso de valor haya sido capaz de jugarse la vida con el toro del aguardiente? José Cañas Cañitas siguió usurpando su vida hasta encontrar un final nunca deseado.
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