Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 20 de julio de 2015

Mohamed Chaib es buen tipo

Todos los años, durante el Ramadán, dejo de verlo. Desaparece de los sitios en los que solemos coincidir. Y echo de menos su presencia. Aunque sea para disentir de sus pareceres en algunos detalles y hechos. Desacuerdos que, a veces, nos hicieron mostrarnos distantes durante cierto tiempo. Situación desagradable, la verdad sea dicha, pero que siempre supimos atajar con celeridad.

El pasado 18 de julio me acordé de él. Porque se cumplían 33 años desde que empezó a generarse mi amistad con Mohamed Chaib.  Éste era un hincha acérrimo de la Agrupación Deportiva Ceuta y, como tal, vivía apasionadamente los partidos en el Alfonso Murube. Destacaba su juventud entre los innumerables aficionados que se acomodaban en la grada situada encima de los vestuarios del recinto futbolístico. Y, claro está, se exaltaba cuando no le gustaban algunas de las decisiones tomadas por mí como entrenador del primer equipo de la ciudad. Pero, acabado el partido, no dudaba en buscarme para conversar conmigo sobre todo lo acontecido en el césped. Luego, en años posteriores, rara era la noche en la cual no acudía al Pub Tokyo, que yo regentaba, para charlar conmigo.

Pasado el tiempo se hizo con un sitio en la política y consiguió que su partido, la UDCE, obtuviera tres escaños: éxito que sorprendió tanto como envidia provocó. Mohamed Chaib estuvo siempre dispuesto a pactar con el Partido Popular. Desechando propuestas millonarias de otros partidos. Y lo hacía, entonces, por su enorme sentido de la responsabilidad y porque tenía -lo sigue teniendo- un amor desmedido por la ciudad donde lo nacieron. Lo que le llevó a padecer las arremetidas de quienes no concebían su lealtad, incluso perdiendo prebendas por ejercerla.

Lo vi actuar como Consejero de Bienestar Social: consejería que Mohamed Chaib puso en órbita y en la que hizo prevalecer el sentido de la justicia. Se formaban colas para acceder a su despacho y allí estaba él escuchando atentamente todas las necesidades que le iban exponiendo sus visitantes. Ni un mal gesto ni un desaire para nadie. Para todos los desfavorecidos tenía siempre una palabra de aliento y la promesa de que sus peticiones podrían hacerse realidad. No había día en que no me hablara en tono condolido de cualquier familia que lo estuviera pasando mal, y no descansaba hasta ayudarla en la medida de sus posibilidades.

Cuando estaba en el mejor momento de su actividad política, fueron a por él de manera descarada y lograron apartarlo del camino que había emprendido con el mayor de los valores que exige la vida pública: ser feliz ayudando a los demás. A pesar de todo, durante y después del proceso judicial a que fue sometido, jamás le vi perder la calma ni eludir sus responsabilidades. Y me consta que bien pudo hacerlo. En esos meses de dudas y desasosiegos, por lo que pudieran dictar los jueces, comenzó su organismo a enfadarse con la serenidad que MCH mostraba. Daba la impresión de que no iba a perder nada en el envite. Qué manera de afrontar los inconvenientes físicos con la sonrisa perenne y el decir diario, como si nada fuera con él. Ejemplo de buena educación congénita y de la otra: la adquirida transitando la calle a la búsqueda de los grabieles.

No obstante, por si aún no nos habíamos enterado de su valor sereno y de su convencimiento de que sólo Dios puede disponer de nosotros a su antojo, lo vimos enfrentarse a una prueba más dura que el pedernal. Y cuando todos los que le profesábamos amistad estábamos asustados, llegaba él y nos decía que la fe mueve montañas y que todo lo que había de suceder estaba escrito. Con lo cual nos daba una lección de estoicismo. Mohamed Chaib no tiene ya que demostrar nada.

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