29 de junio de 1973, sábado. Madrid era una fiesta.Debido a que en el Vicente Calderón Athletic y Castellón jugaban la final de la Copa del Generalísimo. Por la mañana, en la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, estaba programado el último examen de táctica para los entrenadores nacionales que habíamos estado muchos días internados en las instalaciones del INEF. Se había anunciado día de puertas abiertas en el recinto deportivo madridista, y mucha gente acudió a ver las pruebas seleccionadas por los profesores y que ya no eran vinculantes con la nota.
El profesor de táctica y estrategia había sido un extraordinario futbolista y era una persona excelente: Juan Santisteban. Antes de empezar los ejercicios, para los que habíamos sido seleccionados cinco o seis de los nuevos técnicos nacionales, Santisteban hizo un aparte conmigo y me pidió que mostrara mis dotes de mando ordenando ataque y defensa de un sistema 4-4-2 y sus variantes correspondientes. Y que lo hiciera de modo y manera que los aficionados comprendieran perfectamente los movimientos que se iban a realizar. Debo decir, cuanto antes, que yo contaba con una gran ventaja por llevar ya varias temporadas entrenando con el carné regional. Así que me entregué de lleno a la causa. Sabiendo que lo que se me pedía era demostrar cómo se movían las piezas en el terreno de juego.
Elegí a los jugadores entre mis compañeros de curso: mucho de ellos futbolistas apenas retirados y otros casi finalizando su carrera deportiva; Luis Aragonés y Luis Costa entre ellos. Los distribuí racionalmente en el terreno de juego. Zurdos y derechos en sus respectivas demarcaciones. Situé dos delanteros centros ágiles y rápidos; dos extremos veloces, con deseos de trabajar en defensa, que junto a dos volantes magníficos, formaban un medio campo excelente. Detrás puse a dos centrales que basculaban en ayuda de sus respectivos laterales y que se turnaban en el marcaje del delantero centro rival. Uno de ellos, además, solía sumarse a nuestro centro del campo por sorpresa y jamás por sistema. Como asimismo lo hacían los laterales. El entramado de ayudas, relevos y coberturas era perfecto.
Las órdenes eran que cada cual explotara sus virtudes y que tratara por todos los medios de hacer invisibles sus defectos. Pues en el planteamiento táctico, al margen de los movimientos con o sin balón, con rivales o sin ellos, lo que primaba era el desarrollo oral de los ejercicios. Y así estuvimos corrigiendo situaciones y arengando las buenas acciones, hasta que mi siempre admirado Santisteban dijo, cual director de cine famoso, ¡corten!...
Ni que decir tiene que ese sistema del 4-4-2, teniendo en cuenta las condiciones de mis futbolistas, lo implanté en equipos entrenados por mí: ora mediante repliegues intensivos a medio campo; ora tratando de combatir a los adversarios muy arriba; o bien soportando cualquier asedio muy atrás, por razones obvias, con magníficos resultados. Pero sería absurdo no decir a boca llena que los sistemas sin jugadores apropiados, y entregados de lleno a la causa, no proporcionan beneficios.
A propósito, hablando de sistemas tácticos, me ha gustado mucho el Madrid que he visto frente al Manchester City. Me ha agradado Isco más que nunca. Pena es que sus palmeros le hacen más daño que su abulia en ocasiones. Me ha defraudado Sergio Ramos una vez más. Los dos errores más graves que ha cometido el Madrid en defensa hay que achacárselos a él. Una mano innecesaria y poner en riesgo una salida de Keylor Navas. Y, sobre todo, porque junto a Marcelo forma una pareja indisciplinada en todos los sentidos.
Por lo demás, Rafa Benítez cuenta con una plantilla sensacional y con cualidades sobradas para jugar ese 4-4-2 con diversas variantes. Sistema que le proporcionará muchos éxitos. Los que conseguirá si es capaz de no intimidarse ante las crónicas malévolas hechas por periodistas sobrecogedores. Sí, los que reciben... agradecimientos por parte de los representantes de ciertos futbolistas. Ah, en relación a los porteros, mejor decirles a éstos que se atrevan a salir de la portería, aunque yerren a veces, antes de permitirles que permanezcan atados a la red de fondo.
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