De Castro (Manuel). Funcionario. La primera vez que coincidí con él estaba revestido de enojo y bisbiseando maldades contra los socialistas que se habían rebelado ante su ejecutiva por una posible candidatura suya a la dirección provincial del MOPU. De nada le había valido su entrañable amistad con Francisco Fráiz ni ser funcionario de carrera. Puesto que la base socialista le achacaba su pasado en el sindicato vertical y su presencia en un gabinete de abogados donde sus miembros adoraban a Fraga y daban muestras evidentes de hallarse siempre dispuestos a oponer a cualquier elemental progreso. Nuestras relaciones fueron de más a menos. Manolo de Castro se fue a su Galicia natal, un buen día, de hace ya muchos años, sin querer mirar hacia atrás.
De Cos (Luis). Jubilado. Camina con la rotundidad de un joven roquero. Tiene mucho sentido del humor. Es del Real Madrid contra viento y marea, y encima acostumbra a pagar sus copas y las de los demás con suma frecuencia. Durante mucho tiempo fue noctívago reconocido. Un hombre de la noche dispuesto a pasárselo en grande. Casi todos los martes coincidimos en los mismos establecimientos y recordamos tiempos pasados. Que nunca fueron mejores.
De la Cruz Agustí (Antonio). Periodista. Conocido popularmente como Toni. Aunque conviene decir cuanto antes que a él lo que le hubiera gustado es haber hecho una gran carrera militar. Así que no dudó en participar en la Segunda Guerra Mundial con la División Azul. Como periodista entendió bien pronto que el periodismo se hace en la calle. Y lo hacía, además, ilustrando sus crónicas con fotografías de su cosecha. Conque el editor de El Faro de Ceuta tardó nada y menos en contratarlo. Llegó a ser director del medio. Muy ligado a la Institución Militar, a su muerte, en enero de 2006, le colocaron un busto delante de la Comandancia General. Tuve la oportunidad de tratarlo muchos años. Primero, siendo yo entrenador de fútbol; después, como compañero suyo en dos periódicos. Entre nosotros siempre imperó el respeto. Él, de vez en vez, solía decirme, así como quien no quiere la cosa: "No sé qué tendrás tú escribiendo... pero me consta que la gente te lee más que a ningún otro".
Deu (Mabel). Maestra. Lleva mucho tiempo participando en la política activa. Ha gozado siempre de mi estima. Hubo un tiempo en el cual nos tratábamos más. Hasta que yo decidí que quien escribe debe guardarse muy bien de mantener relaciones amistosas con los políticos. Porque el afecto hacia ellos condiciona muchísimo a la hora de reprocharles malas actuaciones. No obstante, cuando nos cruzamos por la calle, que son pocas veces, solemos saludarnos sin cortapisas. Y, cuando ello ocurre, le he notado que está poseída por cierta tristeza. Y que, como dice la canción, las rosas que había en su carita se le volvieron de porcelana. Mucho me temo que sea el ejercicio de la política activa el causante de ese marchitamiento que yo vislumbro en ella.
Díez Nieto (Ángel). Funcionario. Hace la tira de tiempo que nos conocemos. Aunque cuando más lo traté fue como viceconsejero de Recursos Humanos. Hay que estar muy concentrado cuando se habla con Díez Nieto. Pues le agrada sobremanera hacer uso y abuso de la burla fina. Hasta el punto de que suele hablar y expresarse como si fuera un Goehte de la ironía. Parece que su forma de ser no le gustaba a Vivas. Y, claro, prescindió de él en cuanto pudo.
Domínguez Berrueta (Juan). Magistrado-Juez del Juzgado de lo Social número 1. Hace muchos años que lo he venido tratando. Y no pocas han sido las veces que hemos parrafeado de todo un poco. Siempre le he tenido en muy alta estima. Y, sobre todo, debo destacar que es un placer pegar la hebra con él. Me consta, además, que don Juan Domínguez Berrueta es una excelente persona.
Domínguez (Andrés). Jubilado. Escritor en periódicos. Fue presentador -durante muchísimo tiempo- de figuras de la farándula. Siempre ve las cosas con humor. Por eso acostumbra a decir cosas muy serias. Seguimos manteniendo muy buenas relaciones.
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