Juan Vivas, durante la última campaña electoral, se nos mostró, pese al desgaste de tantos años en el poder, abierto, locuaz, expresivo, con ganas de entusiasmar y conmover a la gente. Se le veía relajado, irónico, cáustico, y hasta más incisivo que nunca antes. En las elecciones todo resulta grandioso.
Dio gusto verlo acudir a los mercados y saludar a los pescaderos, sin hacer el menor remilgo a mancharse e impregnarse del olor reinante; besar a los niños para expresar una ternura emocionante. Y así sucesivamente. Lo que no se le ocurrió al candidato fue montarse en un triciclo para probar su inocencia con pedales. Y es que el buen político democrático es un cómico, o un actor, en el sentido más noble de esta identidad.
Cuando a mí me hablaban mal de la forma de actuar de Vivas, como candidato, quienes no comulgan con él en ningún sentido -que ahora son más que antes-, yo respondía lo siguiente: lo que hace el candidato del PP a la alcaldía es exigible, porque la soberanía está en las manos del pueblo, y entonces el pueblo es como el público en un teatro; hay que procurar -desde el escenario- su adhesión. Luego, cuando acabe la farsa, todo será distinto.
Juan Vivas volvió a ganar las elecciones. Si bien con menos fuerza que nunca. Pero sí con la suficiente para obrar con entera libertad a la hora de formar su equipo de gobierno y nombrar directores generales, asesores y demás cargos que ha creído convenientes. Y, naturalmente, los comentarios se han disparado. Porque muchísima gente esperaba otra manera muy distinta de actuar de nuestro alcalde.
Las peores críticas siguen procediendo del seno del PP. Muchos militantes siguen preguntándose, por ejemplo, a cuento de qué Jacob Hachuel ha sido premiado a lo grande. Y sacan a relucir su pasado como furibundo enemigo de todo cuanto hacían y deshacían los gobernantes populares. Y a mí, cuando se me ha preguntado al respecto, lo primero que se me ha ocurrido decir es que a nadie se le debe juzgar por los pareceres que haya emitido en un momento determinado. Lo que yo espero y deseo, por el bien de todos, es que JH cumpla bien con sus cometidos.
Ahora bien, lo que sí me parece normal es el descontento y malestar existentes por mor de los muchos cargos ya anunciados. Tantos directores generales. Tantos asesores. Tantos asesores de asesores... Y así podría estar mencionando nombramientos que me parecen excesivos. Máxime cuando se ha insistido hasta la saciedad, debido a la crisis económica, sobre la necesidad de reducir el gasto público. En estos momentos, sin embargo, me acuerdo de lo que un día, de hace ya bastantes años, me dijo Vivas:
-Quienes se portan bien en Ceuta pueden acceder a la Casa Grande". La Casa Grande es el Ayuntamiento. La empresa más importante de esta ciudad.
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