He llegado a tiempo, tras mi caminata matinal, de ver en la televisión pública constituirse el Ayuntamiento o la Mesa de la Asamblea; no en vano nuestro alcalde es también presidente de la Ciudad Autónoma. Por lo que los miembros de la reseñada Asamblea son asimismo concejales. No me extraña, pues, que quienes son profesores de Derecho Constitucional de la UNED, tras debatir sobre el asunto, se sigan preguntando si Ceuta y Melilla son Comunidades Autónomas o Peculiares entidades locales.
No seré yo -por no haber estudiado una rama del derecho que me permitiera analizar las leyes fundamentales que rigen el Estado- tan atrevido para opinar al respecto. Ahora bien, doy por cierto que a Juan Vivas le suena mejor que se dirijan a él como alcalde de Ceuta que como presidente de la Ciudad Autónoma. Y, si alguien lo duda, que vaya y se lo pregunte.
En cambio, Juan Luis Aróstegui sigue pidiendo a gritos que Ceuta sea Comunidad Autónoma, tachando de obsoleta la Constitución y erigiéndose en el defensor de los pobres. Es el único concejal o diputado que en el momento de jurar el cargo ha vuelto a poner el mingo en el acto celebrado. Lo ha hecho, además, vistiendo ropa cara de pobre en sitio poco apropiado para dar la nota. Aróstegui no tiene arreglo ni como político ni como sindicalista. Es un caso perdido.
Es un caso perdido a quien me gustaría no tener que recordarle, una vez más, aquellos tiempos en los que bastaba un fax para que alguien fuera colocado en el Ayuntamiento. Lo que llegó a convertirse, durante una eternidad, en nepotismo descarado. Del cual, incluso, gustaba de presumir a cada paso entre quienes lo adulaban, para demostrar el poder que ostentaba en el Ayuntamiento.
Días atrás, formando parte de un corrillo en el que la charla era distendida, salió a relucir cómo se puede conseguir algún empleo en esta ciudad. No, los faxes se han quedado anticuados, palabra que me gusta más que el vocablo obsoleto. Ahora basta con afiliarse al partido que maneja Aróstegui y éste, inmediatamente, se sentará a una mesa con quienes siempre tienen empleos dispuestos para seguir congraciándose con quien, si no acceden a sus peticiones, no dudará en sacarse de la chistera cualquier motivo con el cual desquiciar a los empresarios en todo momento propensos a perturbarse.
En fin, Juan Vivas ha tomado posesión de su cargo como alcalde y como presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta. Y, durante el acto, ha tenido que soportar nuevamente la vulgar representación de su amigo Aróstegui, según ha dicho Vivas en ocasiones -con amigos así, estimado alcalde, no se necesitan enemigos-. A propósito, antes de que se me olvide, no sería nada extraño que, a partir de ahora, el tal Aróstegui haga todo lo posible por meter la cabeza en la sede de Daoíz.
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