Fue un 8 de febrero de 2001 cuando Javier Arenas, Paco Olivencia, Francisco Antonio González y Enrique Giménez Reyna -secretario de Estado de Hacienda- llegaron a la Cafetería California y se sentaron en una mesa contigua a la mía. En el establecimiento, por estar todavía la mañana desperezándose, no había nadie más que los ya mencionados.
La presencia de Javier Arenas se debía a que Juan Vivas iba a ser, tras un voto de censura al GIL, investido como alcalde. Pronto comenzó el político nacido en Sevilla, aunque su infancia transcurrió en Olvera, a mostrarse desparpajado y dominador de la situación. Así que tardó nada y menos en dirigirse a su pariente Olivencia para preguntarle si estaba seguro de la apuesta que había hecho por Vivas.
-Sí, Javier; Juan es un buen muchacho, muy preparado, y honrado a carta cabal -respondió el inquirido.
Javier Arenas, que llegó a la política cuando aún vestía pantalones cortos, había ya ganado fama de decirle hermano al primero que le presentaran. Los saludos de Arenas, según el maestro Antonio Burgos, son casi siempre como si fuera de su familia. También se dice que, siendo miembro de un partido nada dado a saludar, siempre tiene el detalle de pararse con cualquiera y, sonriente, le pregunta con el único fin de relacionarse con la gente.
Javier Arenas, cuando José María Aznar gobernaba, durante ese tiempo comprendido entre 1996 y 2004, fue de todo: ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Administraciones Públicas y Presidencia. Y algunas cosas más que me dejo en el tintero. Pero los cargos no hicieron mella en su ya reconocida afabilidad y dominio de las distancias cortas. Terrenos en los cuales se desenvuelve, como buen taurino que es, con suma facilidad.
Con suma facilidad supo JA ganarse la confianza de Mariano Rajoy, apostando por él en los momentos difíciles. Y esa apuesta le está permitiendo, aunque sea como vicesecretario general de las Políticas Autonómicas del PP, seguir atesorando gran poder en su partido. Poder que ha hecho posible que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, haya asistido a la investidura de Vivas como alcalde.
Alcalde que en 2001 apenas conocía a Javier Arenas. Pero fue tratarse ambos y surgir el flechazo de la amistad. La que han seguido alimentando desde entonces. Hace la friolera de catorce años. Hasta el punto de que Vivas ha sido el gobernante del PP que más lealtad ha mostrado siempre a Mariano Rajoy. Y sé de lo que hablo. Ahora, cuando MR no se cansa de pedir fidelidad a los suyos, en momentos tan complicados, nuestro alcalde hace bien en seguir apostando por Arenas y Rajoy. Pues un posible triunfo de su partido en las próximas elecciones generales sería lo mejor para Ceuta y, naturalmente, para él.
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