Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 12 de junio de 2015

Apellidos locales con R

Rallo (Antonio). Profesor. Con él mantuve muy buenas relaciones durante los años ochenta. Fue senador a partir de octubre de 1982, cuando los socialistas ganaron las elecciones generales. Ocho años estuvo Antonio como parlamentario. Luego, tal vez desengañado de la política activa, decidió abandonarla en 1989. Culto, inteligente, y gran conversador, AR solía reírse por lo bajinis de todos los tontos con pedigrí.

Rallo (Francisco). Piloto. La última vez que nos vimos, me dijo, no exento de alegría, que un avión comercial había sido bautizado con su nombre: comandante Francisco Rallo. Piloto de renombre, FR me distinguió bien pronto con su amistad, hace ya la tira de años. Conversar con él es una gozada. No en vano conoce el mundo entero y es capaz de describirlo de modo que uno debe evitar quedarse con la boca abierta.

Ramírez (Alex). Estudiaba periodismo cuando principiaba la década de los ochenta. Me abordó un día para decirme si yo le permitía viajar con la Agrupación Deportiva Ceuta para hacer la crónica de los partidos durante varios meses. Y le dije que sí; incluso le ayudé en cuanto pude. Pues sabía que tales prácticas le valdrían muchísimo para su carrera. Las crónicas de Alex Ramírez se publicaban en El Faro y tenían mucha aceptación: pues estaban muy bien escritas e invitaban, por tanto, a ser leídas. Y hasta consiguió, a pesar de su juventud, ganarse la confianza  y el aprecio de los jugadores. Lo cual no era tarea fácil para alguien que los enjuiciaba a la par que hacía viajes con ellos que parecían no tener fin. Alex nunca se cortó lo más mínimo en salir al extranjero para formarse. Gran tipo...

Ramírez (Inmaculada). Maestra. Ejerció la política activa militando en el Partido Socialista. Un día coincidí con ella y se me ocurrió decirle que yo estaba convencido de que el tiempo en el cual anduvo como diputada no le había aportado beneficio alguno, pese a su evidente preparación y al entusiasmo con el cual abordó sus funciones. Inmaculada, que es una gran señora, me respondió que serlo le había supuesto adentrarse en un mundo que desconocía: el de la política vivida diariamente y con intensidad. Y me dijo que había conseguido algo a lo que ella le concedía mucho valor: saber aceptar las críticas negativas de los medios, sin perder la compostura. Tarea que no resulta fácil. Eso sí, me reconoció que hubo momentos en los que había estado a punto de perder los estribos.

Ramos (Domingo). Funcionario. La llegada de los socialistas al Gobierno pareció que iba a causarle algún que otro trastorno. Pero no fue así. Pues se llevaba muy bien con Manolo de Castro y, por lo tanto, no le fue nada mal con Manolo Peláez en la Delegación del Gobierno. A Domingo Ramos lo tuve yo de directivo en la Agrupación Deportiva Ceuta y no me dio motivo alguno para quejarme de él. Persona agradable, de fácil pluma, formó parte de aquella oficina de consultas en las que desempeñaban funciones Juan Vivas, José Luis Morales, Rafael Sánchez de Nogués, Manolo de Castro y Manolo de la Rubia.

Rodríguez (Pepe). Me lo presentaron en la Tertulia Flamenca y a partir de ese momento nunca dejamos de tratarnos con respeto y afecto. Pepe era poeta de mirada triste. Así que siempre tuve la impresión de que hacía versos para sofocar esa sed de deseos insatisfechos que parecían agobiarlo. No sé si la impresión va siempre aparejada de la certeza. Sentí muchísimo su muerte.

Royuela (Pepe). Nos presentaron una noche en plena Feria de agosto de 1982. Estaba Pepe alternando en la caseta Los abanicos. Lo primero que me dijo, tras los saludos de rigor, es que me cuidara de los muchos botejaras distinguidos de la ciudad. Pepe sabía más que los ratones coloraos. Algo que deduje inmediatamente. Fui cliente de la Cafetería Hollywood y Royuela, además de tratarme siempre muy bien, se dejaba ver todas las noches como cliente del Pub Tokio, cuando yo regentaba dicho local. Nunca quiso hablarme de sus pinitos en el cine. Por más que Fructuoso Miaja lo instara a hacerlo en ocasiones.

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