Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 4 de mayo de 2015

Pobres

Dado que todavía colean los desafortunados comentarios de Esperanza Aguirre, candidata a la alcaldía de Madrid, sobre los pobres que duermen en las calles del centro de la capital de España, uno no se resiste a opinar de un asunto que lleva ya varios días dando que hablar. A juzgar por el comunicado consagrado a los mendigos, por la mujer más castiza y sobrada de los madriles, sabemos ya que la forma más fácil de enriquecerse en ese lugar es formando parte de esa corte de pedigüeños extranjeros; una especie de mafia, cuyos miembros viven a lo grande.

A la señora Aguirre se le ha olvidado decirnos que el problema de ser pobre es que ocupa mucho tiempo. Tanto como para no poder dormir; sino simplemente para descabezar el sueño en cualquier acera, emparedado entre cartones, con el único fin de que otro pobre, de los muchos que pululan por todos los lugares de nuestro país, no le quite el sitio de trabajo. Que los hay peores o mejores. Algo que es sobradamente conocido entre quienes piden.

La señora Aguirre, mujer de rompe y rasga, parece ser que no se ha leído nuestro Siglo de Oro, por más que haya sido ministra de Educación y Cultura cuando José María Aznar era presidente del Gobierno de España. Lo cual no me extraña, puesto que se decía que no leía ni los informes de los técnicos de la Comunidad de Madrid, presidida por ella. De haberlo hecho, es decir, de haberse empapado de lo acontecido en los siglos XV y XVI, seguramente no habría hablado con tanta ligereza de los pobres.

En aquel tiempo, reinando Felipe II, los mendigos proliferaban por todas partes, aun en tiempos  de abundancia: ¡qué no sería cuando los calamitosos se sucedieran, cuando una sequía prolongada se encadenaba con riadas devastadoras. Entonces los pobres eran ya verdaderos racimos humanos, dispersos por los caminos e invadiendo villas y ciudades. Lo cual no era aventurado suponer que de un año para otro cualquier familia que tenía un mediano pasar podía caer en la más negra de las miserias. Un calco de lo que viene ocurriendo desde hace varios años.

La diferencia radica en que los pobres del Siglo de Oro estaban considerados como excelentes intercesores que podían pedir por el prójimo ante la clemencia divina. Su misma pobreza, sus males, sus desgracias, eran como la compensación de la humanidad por las riquezas y las liviandades de los demás. Era tal el prestigio de los pobres, tan metidos estaban en la religiosidad y mala conciencia de los ricos, que eran pocos pero con la faltriquera llena a rebosar, que en las fiestas religiosas, y particularmente en la Semana Santa, su presencia no es que fuera admitida, es que se sentía como complemento natural.

Tales días, sin mendigos, como dicen los libros de historia, eran como fiestas sin música. Así que no sé a qué se debe la actitud calvinista de Esperanza Aguirre -candidata a la alcaldía de Madrid-, que debería ser la primera en ayudar a sus pobres, si no quiere que se le vea, de seguir así, como una María Antonieta de poca monta.





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