Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

jueves, 21 de mayo de 2015

Pedro Escartín

Cada 21 de mayo, fecha en la que falleció hace ya 17 años,  me acuerdo de don Pedro. Pero no recuerdo haber escrito, y si lo hice no me importa la repetición, de la entrevista que mantuve con él en su casa, recién acabada la temporada 70-71. Don Pedro lo había sido todo en el fútbol: jugador aficionado, árbitro internacional, periodista y escritor del deporte rey. Y, por si fuera poco, actuó como miembro del Comité Disciplinario de la FIFA durante muchísimos años. Tenía amigos en toda España y fuera de ella.

En la temporada ya reseñada, después de haber conseguido yo salvar al Portuense del descenso, tras sustituir a Ventura Martínez, magnífico entrenador y excelente persona, decidí obtener el título nacional de entrenador en Madrid. Tomás Osborne, a la sazón dirigente del club y amigo del señor Escartín, me dijo que había hablado con él para que me recibiera en su domicilio madrileño, con el fin de que me recomendara a los profesores del curso. Debido a que, en aquel tiempo, los apuntes de las escuelas de entrenadores nacionales los tenían solamente los alumnos de Madrid y Barcelona. Vaya usted a saber por qué semejante discriminación.

Así que el día acordado para la visita me presenté en el domicilio del señor Escartín, calle Hermosilla, 22. Vivía en el primer piso de un edificio cuya escalera olía a cocido y a meada de gato. Me recibió una muchacha vestida con cofia, bata y delantal de sirvienta. La cual anunció mi llegada a don Pedro tocando con los nudillos en los cristales azogados de la puerta de su despacho. Su voz, la de don Pedro, que a mí me pareció atiplada, me dio la venia para acceder ante él. Se hallaba tecleando una Olivetti y se levantó para saludarme. Iba en bata y en zapatillas. Y nos sentamos frente a frente a su mesa de trabajo.

Tras los saludos de rigor, y después de preguntarme por su amigo, Tomás Osborne, sus ojos lagrimosos, por la edad, había cumplido ya los setenta, y por ser lector empedernido, parecían dos linternas tratando de ver dentro de mí. De pronto, va y me dice: "Usted tiene fama de ser intransigente con los árbitros, hasta el punto de que me consta que muchos de ellos no lo tienen en buena estima...".

Y a mí sus palabras me sentaron a cuerno quemado. Y, claro, no dudé en responderle a media vuelta de manivela: "¿Sabe usted si Franco ganó la guerra tirando peladillas?". Y don Pedro tardó nada y menos en levantarse de la silla y decirme a voz en cuello: "¡Haga el favor de abandonar mi despacho inmediatamente!". Y allá que tomé las de Villadiego hasta llegar a la Cafetería Bar Recoletos, de mi estimado Luis Elices Cuevas, que se hallaba a escasa distancia.

Cuando le conté a Elices, ex jugador y entrenador de fútbol, lo que me había ocurrido, amén de reírse de lo lindo con mi salida de tono y la respuesta de Escartín, me advirtió de lo que iba a sucederme en el examen selectivo del curso de entrenadores que estaba programado para el día siguiente. Y acertó. Pero esa es otra historia...

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